lunes, 31 de diciembre de 2012

NO HAY PASTOR SIN PASTOREO


      Mi mente ha estado muy intranquila estas últimas semanas al evaluar y repensar sobre la labor primordial del pastor en estos tiempos tan agitados y exigentes. Al parecer necesitamos hacer un alto y reestudiar bíblicamente tan vital asunto y aplicar urgentemente los cambios necesarios bajo la dirección del Espíritu Santo.

Estas tres secciones bíblicas son como saetas envidas directo al corazón de un pastor de rebaño:

Hijo de hombre, profetiza contra los pastores de Israel; profetiza, y di a los pastores: Así ha dicho Jehová el Señor: ¡Ay de los pastores de Israel, que se apacientan a sí mismos! ¿No apacientan los pastores a los rebaños?
Coméis la grosura, y os vestís de la lana; la engordada degolláis, mas no apacentáis a las ovejas.
No fortalecisteis las débiles, ni curasteis la enferma; no vendasteis la perniquebrada, no volvisteis al redil la descarriada, ni buscasteis la perdida, sino que os habéis enseñoreado de ellas con dureza y con violencia.
Y andan errantes por falta de pastor, y son presa de todas las fieras del campo, y se han dispersado.
Anduvieron perdidas mis ovejas por todos los montes, y en todo collado alto; y en toda la faz de la tierra fueron esparcidas mis ovejas, y no hubo quien las buscase, ni quien preguntase por ellas.

Por tanto, pastores, oíd palabra de Jehová: Vivo yo, ha dicho Jehová el Señor, que por cuanto mi rebaño fue para ser robado, y mis ovejas fueron para ser presa de todas las fieras del campo, sin pastor; ni mis pastores buscaron mis ovejas, sino que los pastores se apacentaron a sí mismos, y no apacentaron mis ovejas; por tanto, oh pastores, oíd palabra de Jehová.

Así ha dicho Jehová el Señor: He aquí, yo estoy contra los pastores; y demandaré mis ovejas de su mano, y les haré dejar de apacentar las ovejas; ni los pastores se apacentarán más a sí mismos, pues yo libraré mis ovejas de sus bocas, y no les serán más por comida.

Porque así ha dicho Jehová el Señor: He aquí yo, yo mismo iré a buscar mis ovejas, y las reconoceré.
Ezequiel 34:1-11

Y me dijo Jehová: Toma aún los aperos de un pastor insensato;  porque he aquí, yo levanto en la tierra a un pastor que no visitará las perdidas, ni buscará la pequeña, ni curará la perniquebrada, ni llevará la cansada a cuestas, sino que comerá la carne de la gorda, y romperá sus pezuñas.  ¡Ay del pastor inútil que abandona el ganado!Zacarías 11:15-17

Yo soy el buen pastor; el buen pastor su vida da por las ovejas.  Mas el asalariado, y que no es el pastor, de quien no son propias las ovejas, ve venir al lobo y deja las ovejas y huye, y el lobo arrebata las ovejas y las dispersa.   Así que el asalariado huye, porque es asalariado, y no le importan las ovejas. Yo soy el buen pastor; y conozco mis ovejas, y las mías me conocen, así como el Padre me conoce, y yo conozco al Padre; y pongo mi vida por las ovejas.  También tengo otras ovejas que no son de este redil; aquéllas también debo traer, y oirán mi voz; y habrá un rebaño, y un  pastor.Juan 10:11-16

Hace unos días atrás, en esa búsqueda de orientación, encontré un interesante artículo  escrito por el jubilado pastor Iván Omaña y publicado en la revista Avanzad de enero – marzo 2012 en su página 24 bajo el titulo: Un ministerio con la visión del siglo XXI. Comparto con ustedes un extracto del mismo:

Pablo estaba claro en su misión y su llamado. Fue ordenado por Dios como ministro en un tiempo difícil, muy parecido al que estamos viviendo. Leemos Hechos 26:15-18: “Yo entonces dije: ¿Quién eres Señor? Y el Señor dijo: Yo soy Jesús, a quien tú persigues. Pero levántate y ponte sobre tus pies, porque para esto he aparecido a ti, para ponerte por ministro y testigo de las cosas que has visto y de aquellas en que me apareceré a ti, librándote de tu pueblo y de los gentiles, a quienes ahora te envío para que abras sus ojos, para que se conviertan de las tinieblas a la luz y de la potestad de Satanás  a Dios; para que reciban, por la fe que es en mi, perdón de pecados y herencia entre los santificados.”

Este mundo necesita hombres que estén dispuestos a ministrar como lo hizo al apóstol Pablo y Jesús mismo. El futuro de la iglesia radica en la atención que la pongamos a nuestras ovejas. Se necesita pastoreo verdadero. La iglesia y sus miembros se quejan de que los pastores de ahora no visitan. Supuestamente están ocupados en asuntos más administrativos. Ahora ¿Cómo podemos predicar si no entendemos cuales son las necesidades de la iglesia? Tenemos que ir a todos por igual, debemos visitas a los niños, los jóvenes, los adultos, los enfermos, los desanimados, los que han perdidos la fe.

La siguiente cita  de Elena de White nos ayuda a entender la misión de un pastor como lo fue Jesús: “El Salvador iba de casa en casa sanando a los enfermos, confortando a los enlutados, consolando a los afligidos, hablando paz a los desconsolados. Tomando a los niños en sus brazos y los bendecía, y hablaba palabras de esperanza y consuelo a las cansadas madres. Con incansable ternura y cortesía, trataba toda forma de aflicción y dolor humanos. No trabajaba para sí sino para otros. Era siervo de todos. Era su comida y bebida infundir esperanza y fuerza a todos aquellos con quienes se relacionaba. Mientras los hombres y las mujeres escuchaban las verdades que caían de sus labios, tan distintas de las tradiciones y dogmas enseñados por los rabinos, brotaba la esperanza en sus corazones con un poder convincente. Los ministros de Dios han de aprender el método de trabajo que seguía Cristo, para que puedan extraer del depósito de su palabra lo que supla las necesidades espirituales de aquellos con quienes trabajan. Sólo así pueden cumplir su cometido (HAp, 293).

La declaración del apóstol Pedro es concluyente: “Apacentad la grey de Dios que está entre vosotros, cuidando de ella, no por fuerza, sino voluntariamente; no por ganancia deshonesta, sino con ánimo pronto; no como teniendo señorío sobre los que están a vuestro cuidado, sino siendo ejemplos de la grey. Y cuando aparezca el Príncipe de los Pastores, vosotros recibiréis la corona incorruptible de gloria” (1 Pedro 5: 2-4).

Colega pastor, al reiniciar las actividades de este nuevo año reflexionemos profundamente en nuestra labor ministerial. Debemos hacer los correctivos en nuestros programas de trabajo para darle atención privilegiada a cada oveja miembro de iglesia. Sea nuestro programa de visitación la prioridad en el año del laico adventista.

Cordialmente,

Pr Osmar González B.

sábado, 10 de diciembre de 2011

“Ser grande delante de Dios”

Las gruesas gotas de sudor que caían de su estrecha frente no eran tan gruesas como las paredes de aquella húmeda mazmorra herodiana. Permaneció la tarde tirado en el frio suelo. Una gran confusión se agitaba dentro de su espíritu. Miraba alrededor y todo era soledad, penumbras y un penetrante olor a suciedad que producía nauseas. ¿Había valido la pena? El bautista se recostó de la pared y con la cara ente sus manos trataba de identificar la circunstancia de su vida donde había fallado. ¿Qué parte del plan él no había entendido? ¿Había sido infiel al cometido sagrado de preparar el camino al Mesías? Las dudas como saetas envenenadas hacían blancos perfectos en su mente. Algo no había salido bien – pensaba – mientras se acurrucaba tembloroso sobre sus tobillos.

La muerte con guadaña en mano partía el silencio de aquella fatídica noche. Acabaría con la vida de un profeta. “y mas que un profeta “– dijo Jesús -. Pero ¿qué salisteis a ver? ¿A un profeta? Sí, os digo, y más que profeta. (Mateo 11:9)

Siempre me ha inquietado la vida de Juan el bautista. Lleva impresa algo de misterio y muchas inquietudes emanan de la forma como termina abruptamente su vida.

Hoy nos proponemos adentrarnos un poco en la biografía de uno de los hombres que mejor encarna la humildad de Cristo, con la finalidad de confrontarlos con nuestra vida y liderazgo ministerial.

1. Entre los que nacen de mujer.

Muy pocos padres en la Biblia recibieron la visita de Gabriel para hacerle saber que tendrían un hijo. El Padre de Juan, Zacarías, fue uno de ellos. Fue Dios mismo quien escogió el nombre de su hijo y le estableció su visión de vida:

1) Será grande delante de Dios.

2) Será lleno del Espíritu Santo.

3) Hará que muchos de los hijos de Israel se conviertan al Señor Dios.

4) Irá delante de él con el Espíritu y el poder de Elías, para hacer volver los corazones de los padres a los hijos, y de los rebeldes a la prudencia de los justos;

5) Para preparar al Señor un pueblo bien dispuesto. (Lucas 1:13-17)

“Juan el Bautista tuvo una obra especial para la cual nació y para la cual fue elegido: la obra de preparar el camino del Señor… Su ministerio en el desierto fue un notabilísimo cumplimiento literal de la profecía.” – (MS 112, 1901)

2. ¿A un hombre cubierto de vestiduras delicadas?

Juan el Bautista se caracterizó por la sencillez en el vestir y el comer. Escogió como escenario de vida el desierto, donde podía estar en contacto con la naturaleza. Lejos del bullicio y la mala influencia de las ciudades se convirtió en un alumno en la escuela de Cristo, la escuela de la humillación propia. No eran sus vestiduras delicadas, sino ordinarias y rústicas. Debía fijar sus ojos lejos de la ostentación mundana.

¿O qué salisteis a ver? ¿A un hombre cubierto de vestiduras delicadas? He aquí, los que llevan vestiduras delicadas, en las casas de los reyes están. (Mateo 11:8)

Y Juan estaba vestido de pelo de camello, y tenía un cinto de cuero alrededor de sus lomos; y su comida era langostas y miel silvestre. (Mateo 3:4)

Como pastores necesitamos entender la estrecha relación de nuestros hábitos en el vestir y el comer con la dependencia de Dios y la espiritualidad. Al respecto necesitamos volver al Señor en obediencia. Debemos aprender a vivir para agradar a Dios y no a nuestros propios cuerpos.

Estoy convencido que lo que no aprendamos por las buenas, Dios en su misericordia nos lo enseñara a través de duras pruebas.

“Juan se estaba capacitando mediante las privaciones y las dificultades para disciplinar de tal manera todas las facultades físicas y mentales, que pudieran sostenerse entre las gentes tan inconmovible frente a las circunstancias como las rocas y montañas del desierto que lo habían rodeado durante treinta años”. (2SP, 47).

3. Mi mensajero.

La misión del Bautista estaba dada desde su nacimiento milagroso. Debía preparar el camino delante del Mesías. Era una obra desafiante y determinada en la profecía de Isaías:

Voz que clama en el desierto: Preparad camino a Jehová; enderezad calzada en la soledad a nuestro Dios. Todo valle sea alzado, y bájese todo monte y collado; y lo torcido se enderece, y lo áspero se allane. (Isaías 40:3,4)

Jesús mismo reconoció públicamente el fiel cumplimiento de la misión del Bautista al declarar:

Porque éste es de quien está escrito: He aquí, yo envío mi mensajero delante de tu faz, El cual preparará tu camino delante de ti. (Mateo 11:10)

Cuando pienso en la fidelidad del Bautista a la misión me sorprende el hecho que toda su vida era cumplimiento de la misma. Es decir todo lo que Juan era y hacía estaba íntimamente ligado a su cometido. Si tomáramos figurativamente un bisturí e intentáramos dividir la vida y la misión de Juan el Bautista no encontraríamos fisura donde iniciar el corte porque ambas eran una misma cosa.

Juan vivió para cumplir su misión y cuando finalizó su trabajo públicamente fue a parar incomprensiblemente a la mazmorra de Herodes el tetrarca.

4. ¿Eres tú aquel que había de venir, o esperaremos a otro?

Y al oír Juan, en la cárcel, los hechos de Cristo, le envió dos de sus discípulos,
para preguntarle: ¿Eres tú aquel que había de venir, o esperaremos a otro? – (Mateo 11:2,3)

Con preguntas como estas hería su corazón. La soledad de la cárcel y la perspectiva de una posible intercesión de Jesús para lograr su libertad, hicieron mella en su fe. Allí estaba el enemigo listo a tentarlo y afligirlo.

Son nuestros propios prejuicios y expectativas los que generan muchas veces las dudas y tentaciones.

Juan recordaba como se había manifestado la paloma y la voz del cielo en ocasión del bautismo de Jesús, sin embargo sus viejos esquemas mentales de un libertador judío y su deseo de libertad resultaron en dudas insondables. Se vio en la agobiante necesidad de enviar a sus discípulos en busca de una respuesta directa de parte de Jesucristo.

Esto no inquieto a Jesús en lo mínimo. Sólo pidió a los discípulos de Juan que se quedaran con él todo aquel día y luego los envió de vuelta a su maestro.

5. Será grande delante de Dios

Al volver sus discípulos a la presencia de Juan el Bautista con las buenas nuevas de un día testimonio directo de parte del Mesías de Israel, la fe de éste se fortaleció para la prueba final.

Y Herodes… “ordenó decapitar a Juan en la cárcel”. (Mateo 14:10)

Es aquí donde mi mente no entendía la razón del desenlace fatal para el profeta del desierto.

Si Juan había sido fiel al cumplimiento de su misión ¿Por qué padeció tal muerte? Siempre me pareció injusto de parte de Dios. Sin embargo he llegado a comprender que el Señor tiene otra manera de medir el éxito de sus siervos.

Para la razón humana el éxito siempre va asociado a una gran recompensa terrena o a la abundancia materialista. Sin embargo para Dios el éxito no es otra cosa que el cumplimiento exacto de su voluntad en la vida de sus hijos.

Es decir, la muerte de Juan el Bautista para muchos podría ser un rotundo fracaso. Pero para Dios no fue sino la culminación feliz de una vida cumpliendo fielmente un propósito sagrado.

Este concepto dio paz a mi corazón. Era un pastor que no veía sentido a su ministerio y que en muchas ocasiones los resultados de mi trabajo no “testificaban” de la presencia o aprobación de Dios.

Entendí que Dios estaba trabajando en mí adentro para transformar mi carácter y asemejarlo al de él. Me hacía morder el polvo seco del “fracaso” para que aprendiera a depender de él y no de mis propios talentos y capacidades administrativas.

Es allí, en el banco de carpintería del corazón humano, donde Dios trabaja para hacernos ver que la virtud más importante del liderazgo ministerial es la humildad, la negación propia.

Fue en esas mañanas de angustias y búsqueda cuando llegó frente a mis ojos la historia de Juan el Bautista y su final y estas reveladoras citas de la sierva del Señor:

No es la cantidad de trabajo que se realiza o los resultados visibles, sino el espíritu con el cual la obra se efectúa lo que le da valor ante Dios. PVGM, 329 (el énfasis es nuestro).

Y comprendí que lo más importante es como lo ve Dios y no como lo ve el hombre. Fue allí donde entendí que necesitaba asegurarme que mis motivaciones para el trabajo pastoral debían ser santas y no terrenas.

El mira para ver cuánto del Espíritu de Cristo abrigamos y cuánta de la semejanza de Cristo revela nuestra obra. El considera mayores el amor y la fidelidad con que trabajamos que la cantidad que efectuamos. PVGM, 333 (El énfasis es nuestro)

Otro de las verdades que Dios me mostró fue lo egoísta que estaba siendo y lo dañino de mi yo en el cumplimiento del deber.

No es la cantidad de tiempo que trabajamos, sino nuestra pronta disposición y nuestra fidelidad en el trabajo, lo que lo hace aceptable a Dios. En todo nuestro servicio se requiere una entrega completa del yo. El deber más humilde, hecho con sinceridad y olvido de sí mismo, es más agradable a Dios que el mayor trabajo cuando está echado a perder por el engrandecimiento propio. (Ibid)

La naturaleza humana está siempre luchando para manifestarse, lista para la contienda; pero el que aprende de Cristo, se despoja del yo, del orgullo, del amor a la supremacía, y hay silencio en el alma.

¿Quién no busca reconocimiento? ¿Quién no procura sobresalir o figurar? Sólo basta ser humano para buscar estas cosas. Muchos van detrás de un nombramiento, un ascenso o una promoción. Pero Dios no nos da lo que nosotros creemos que es mejor, sino lo que necesitamos para pulir nuestro carácter. Nuestro yo debe ser sometido a la ministración de la Tercera Persona de de Deidad, Dios El Espíritu Santo. Él sabrá qué hacer con nosotros.

El yo es puesto a la disposición del Espíritu Santo. No estamos ansiosos, entonces, de tener el puesto más elevado. No tenemos ambición para abrirnos paso y figurar; en cambio, sentimos que nuestro más elevado lugar está a los pies de nuestro Salvador. (DMJ 19, 20)

Sin duda alguna que necesitamos de la humildad de Cristo. Las pruebas y las privaciones son los métodos que Dios usa para arrancar la mala hierba del egoísmo humano. Necesitamos aprender cada día en la escuela de Cristo.

Tan sólo cuando el egoísmo está muerto, cuando la lucha por la supremacía está desterrada, cuando la gratitud llena el corazón, y el amor hace fragante la vida, tan sólo entonces Cristo mora en el alma, y nosotros somos reconocidos como obreros juntamente con Dios. (PVGM, 333)

Quiera Dios reconocernos como sus obreros fieles, como Juan el Bautista cuya muerte llevaba implícito el designio de Dios. Fue una muerte cargada de éxito. Era parte del plan de Dios a la espera de una recompensa visible. Fue grande delante de Dios. (Lucas 1:15).

Jesús lo ratificó al expresar: De cierto os digo: Entre los que nacen de mujer no se ha levantado otro mayor que Juan el Bautista…. (Mateo 11:11)

A pesar del aparente fracaso humano.

domingo, 31 de octubre de 2010

Joyas para el Avivamiento - 4

“Pero vosotros tenéis la unción del Santo, y conocéis todas las cosas.” - 1 Juan 2:20

El Espíritu Santo Espera que Pidamos y Recibamos su Poder

Precisamente antes que Jesús dejara a sus discípulos para ir a las mansiones celestiales, los animó con la promesa del Espíritu Santo. Esta promesa nos pertenece tanto a nosotros como a ellos, y, sin embargo, ¡cuán raramente se presenta ante el pueblo, o se habla de su recepción en la iglesia! Como consecuencia de este silencio con respecto a este importantísimo asunto, ¿acerca de qué promesa sabemos menos por su cumplimiento práctico que acerca de esta rica promesa del don del Espíritu Santo, por el cual ha de concederse eficiencia a toda nuestra labor espiritual? La promesa del Espíritu Santo es mencionada por casualidad en nuestros discursos, es tocada en forma incidental, y eso es todo. Las profecías han sido tratadas detenidamente, las doctrinas han sido expuestas; pero lo que es esencial para la iglesia a fin de que crezca en fortaleza y eficiencia espiritual, para que la predicación pueda llevar consigo convicción, y las almas sean convertidas a Dios, ha sido por mucho tiempo dejado fuera del esfuerzo ministerial. Este tema ha sido puesto a un lado, como si algún tiempo futuro haya de ser dedicado a su consideración. Otras bendiciones y privilegios han sido presentados ante el pueblo hasta que se ha despertado el deseo de la iglesia por el logro de la bendición prometida de Dios; pero la impresión concerniente al Espíritu Santo ha sido que este don no es para la iglesia ahora, sino que en algún tiempo futuro sería necesario que la iglesia lo recibiera.

Todas las demás bendiciones

Esta bendición prometida, reclamada por la fe, traería todas las demás bendiciones en su estela, y ha de ser dada liberalmente al pueblo de Dios. Por medio de los astutos artificios del enemigo las mentes del pueblo de Dios parecen ser incapaces de comprender las promesas divinas y de apropiarse de ellas. Parecen pensar que únicamente los más escasos chaparrones de la gracia han de caer sobre el alma sedienta. El pueblo de Dios se ha acostumbrado a pensar que debe confiar en sus propios esfuerzos, que poca ayuda ha de recibirse del cielo; y el resultado es que tiene poca luz para comunicar a otras almas que mueren en el error y la oscuridad. La iglesia por mucho tiempo se ha contentado con escasa medida de la bendición de Dios; no ha sentido la necesidad de alcanzar los exaltados privilegios comprados para sus miembros a un costo infinito. Su fuerza espiritual ha sido débil, su experiencia la de un carácter enano e inválido, y se hallan descalificados para la obra que el Señor quiere que hagan. No son capaces de presentar las grandes y valiosas verdades de la santa Palabra de Dios que convencerían y convertirían a las almas por el agente del Espíritu Santo. El poder de Dios espera que se lo pida y se lo reciba.

Una cosecha de gozo será recogida por los que siembran la santa semilla de la verdad. "Irá andando y llorando el que lleva la preciosa simiente; mas volverá a venir con regocijo, trayendo sus gavillas". El mundo ha recibido la idea, por la actitud de la iglesia, de que el pueblo de Dios es por cierto un pueblo desprovisto de gozo, que el servicio de Cristo carece de atractivo, que la bendición de Dios se concede a un costo severo a los que la reciben. Al espaciarnos en nuestras pruebas, y magnificar las dificultades, representamos falsamente a Dios y a Jesucristo a quien él ha enviado; porque la senda que lleva al cielo se la hace carente de atractivo por la lobreguez que se junta en tomo al alma del creyente, y muchos se apartan chasqueados del servicio de Cristo. ¿Pero son realmente creyentes los que así representan a Cristo? No, porque los creyentes descansan en la divina promesa, y el Espíritu Santo es un consolador así como un reprobador.

El cristiano debe echar todo el fundamento si quiere erigir un carácter fuerte, simétrico, si quiere estar bien equilibrado en su experiencia religiosa. Es de esta manera como el hombre se ha preparado para hacer frente a las demandas de la verdad y la justicia como son presentadas en la Biblia; porque será sostenido y fortalecido por el Santo Espíritu de Dios. El que es un verdadero cristiano combina una gran ternura de sentimiento con una gran firmeza de propósito, con una invariable fidelidad a Dios; en ningún caso llegará a convertirse en el traidor de las verdades sagradas. El que es dotado del Espíritu Santo tiene grandes capacidades de corazón y de Intelecto, con una fuerza de voluntad y un propósito que son invencibles.

Hermanos míos, el Salvador exige de vosotros que prestéis atención a cómo testificáis por él. Necesitáis profundizamos cada vez más en el estudio de la Palabra. Tenéis toda clase de mentes a las cuales hacer frente, y a medida que enseñéis las verdades de la Palabra sagrada, habéis de manifestar fervor, respeto y reverencia. Limpiad vuestros discursos de la narración de historias, y predicad la Palabra. Tendréis entonces más gavillas para traer al Maestro. Recordad que en vuestro auditorio hay personas que están constantemente acosadas por la tentación. Algunos están luchando con la duda, casi en la desesperación, casi sin esperanza. Pedid a Dios que os ayude a hablar palabras que los fortalezcan para el conflicto.

Testimonios para los Ministros, págs. 174-176