sábado, 20 de marzo de 2010

Ante todo, fidelidad en el servicio

“Porque así dijo el Alto y Sublime, el que habita la eternidad, y cuyo nombre es el Santo: Yo habito en la altura y la santidad, y con el quebrantado y humilde de espíritu, para hacer vivir el espíritu de los humildes, y para vivificar el corazón de los quebrantados.” Isaías 57:15

“No es la cantidad de tiempo que trabajamos, sino nuestra pronta disposición y nuestra fidelidad en el trabajo, lo que lo hace aceptable a Dios. En todo nuestro servicio se requiere una entrega completa del yo. El deber más humilde, hecho con sinceridad y olvido de sí mismo, es más agradable a Dios que el mayor trabajo cuando está echado a perder por el engrandecimiento propio. Él mira para ver cuánto del Espíritu de Cristo abrigamos y cuánto de la semejanza de Cristo revela nuestra obra. Él considera mayores el amor y la fidelidad con que trabajamos que la cantidad que efectuamos” (PVGM, p. 332).

Apreciados amigos ministros,

Este inspirado pasaje de la revelación lo encontramos en la lección de escuela sabática de adultos de ayer viernes. Ubicado en el contexto de la parábola de los labradores contratados para trabajar en la viña (Mateo 20). En lo particular me impresionó por su profundidad y quisiera llevarlos a reflexionar sobre los principios que de él emanan. Veamos:

Diligencia y fidelidad vs cantidad de tiempo: “No es la cantidad de tiempo que trabajamos, sino nuestra pronta disposición y nuestra fidelidad en el trabajo, lo que lo hace aceptable a Dios...”
Vemos aquí una lección vital que aprender en el servicio que prestamos al Señor Jesús. Se apela a los verdaderos motivos que impulsan en la administración del tiempo para el ministerio.

Largas y profusas horas de trabajo, muchas veces divorciadas de probidad y presteza en los asuntos que tienen que ver con la salvación de nuestros hermanos de iglesia podrían ser solo “címbalo que retiñen” si no van acompañadas de fidelidad. Aquí se nos invita a ser sinceros y efectivos en todo lo que hacemos para el maestro. Alguien ha dicho que debemos dejar de pedir la bendición de Dios sobre lo que hacemos y comenzar a hacer las cosas que Dios ya ha bendecido y aceptado.

Humilde deber vs mayor trabajo: "En todo nuestro servicio se requiere una entrega completa del yo. El deber más humilde, hecho con sinceridad y olvido de sí mismo, es más agradable a Dios que el mayor trabajo cuando está echado a perder por el engrandecimiento propio."

El trabajo pastoral es hermoso, sin duda alguna. No deja de ser humilde y carente de recompensa terrena. Realizado con mansedumbre pule el carácter y lo hace semejante al Señor. Pero el peor enemigo del servidor es su propio egoísmo. Desvirtúa los motivos y distorsiona el alma.
Al parecer el yo convierte nuestro servicio en pretenciosa basura. Es importante que no perdamos de vista quienes somos nosotros y quien es el Dios a quien pretendemos servir. No podemos perder esa perspectiva. El egoísta corazón humano podría camuflar las mejores intenciones mientras realizamos el trabajo ministerial en busca de una recompensa personal. No es el tamaño del trabajo lo que agrada a Dios es la humildad y el desprendimiento con que lo hacemos.
No debemos olvidar estos principios, pastores de la grey. “Él mira para ver cuánto del Espíritu de Cristo abrigamos y cuánto de la semejanza de Cristo revela nuestra obra. Necesitamos que nuestro trabajo revele más a Cristo y menos a nosotros mismos. Más de Él, mucho más de Él y menos de nosotros. Dios valora el espíritu que nos impulsa y el resultado obtenido pero impregnado por el amor y la fidelidad será como olor grato.

Su servidor en Cristo,

Pr. Osmar González
En la hora del Avivamiento
Asociación Venezolana Centro Sur