jueves, 20 de mayo de 2010

¡Estoy agotado!

Mis amigos pastores,

Hoy estamos retomando nuestro espacio semanal de apoyo ministerial. Hemos estado ocupados en evangelismo y otros asuntos administrativos y creo conveniente presentar esta reflexión sobre un asunto importante que nos afecta a todos los pastores por igual. Últimamente he notado que no pocos ministros de nuestro equipo se están enfermando con mucha frecuencia y algunos han tenido recaídas. Es preocupante la situación. Debemos analizar con objetividad las causas y buscar soluciones pertinentes. Las oportunas lecciones de la escuela sabática de este trimestre nos están dando muchas respuestas a estas necesidades físicas y emocionales. Necesitamos cambios urgentes.
El tema que abordaremos ahora es el estrés y el agotamiento nervioso. Y pudiera ser la causa de muchos trastornos de salud. Veámoslo como lo presentan los pastores H. B. London y Neil B. Wiseman en su libro Pastores en alto riesgo.
¿Existe alguna diferencia entre estos dos anómalos? El estrés es un fenómeno primordialmente biológico: demasiada adrenalina y demasiado apremio. Uno vive acelerado y usa demasiada energía para realizar ciertas funciones. Tiene demasiadas fechas límites y es frecuente que este demasiado comprometido. El estrés es la pérdida de combustible y de energía que muchas veces produce desordenes como el pánico, las fobias y la ansiedad.

Cuando alguien pasa por un rato estresante, tiene el cuerpo en un estado de emergencia. Por eso le suben en colesterol, la presión y los latidos del corazón, y se le enfrían las palmas de las manos.
Este uso y desgaste acelerado del cuerpo puede llevar a la aparición de úlceras gástricas o de hipertensión arterial. Le puede tupir las arterias y ponerlo en camino hacia una enfermedad del corazón.
Las personas estresadas se caracterizan por un esfuerzo excesivo en el trabajo, y por unas reacciones fuertes en sus emociones. El estrés puede matar a una persona de manera prematura, en cuyo caso no va a tener tiempo suficiente para terminar lo que comenzó.
El agotamiento es una reacción mucho más emocional. En él, la víctima se desmoraliza y sabe que las cosas no marchan bien. La gente no la está apoyando. Comienza a perder la visión que tenía para su ministerio. Pierde la esperanza. El agotamiento la desconecta de su tarea principal, y se hunde en un estado de aplastante desaliento; casi desesperación. La palabra “desmoralización” es una buena forma de definir este estado.
En el caso de los pastores, este proceso suele presentarse cuando la víctima no tiene un apoyo emocional adecuado; no tiene nadie con quien hablar. Sucede cuando el pastor está solo, o incluso separado de la gente que lo podría ayudar. Entonces se encierra en sí mismo, porque siente que tiene que ser fuerte y que no debe hablar de sus problemas con nadie. Eso es agotamiento.
Ahora ¿Dónde lleva ese agotamiento? Llevan los dos al mismo lugar: a la depresión. Sólo que llevan a la persona por caminos distintos.
Un especialista de la escuela de Medicina de Harvard identifica en el mundo secular cuatro cosas que me parece ver obrando también en el mundo ministerial.
La primera es la arrogancia, cuando el pastor dice: “Puedo salir de esto, y lo puedo lograr solo; no necesito de nadie”. Y así comienza a hacerse sus propias reglas.
La segunda es una arriesgada adicción, en la cual la persona se sumerge en lo que está haciendo, que lo emociona y le da energía.
La tercera es la soledad. Ese es el punto en el cual el pastor tiene el riesgo de caer en la depresión, porque se aparta de las demás personas.
Y la cuarta es el adulterio, en el cual comienza a ver la actividad sexual como lo único que lo puede animar de verdad. Se vuelve al sexo con el fin de compensarse por las sensaciones de pérdida que tiene en su vida.
Sin duda que este es una espiral descendente devastadora. Esas son las consecuencias de un estrés y un agotamiento excesivos. Y en última instancia se convierte en un serio problema espiritual.
¿Cómo es posible que les pase esto a los pastores, que viven tan cerca de las cosas santas?
Estos dos fenómenos si no son avistados y corregidos a tiempo podrían llevar su ministerio a la ruina. Necesitamos la certera mano de Dios llevándonos a la búsqueda del equilibrio en el trabajo.
Cuando veas estos síntomas: enfermedad frecuente; problemas estomacales, úlceras, dolores de cabeza. O estos otros: detestar el teléfono, evitar a la gente, pánico frente a los problemas, pérdida de la confianza, desorientación. Es hora de venir aparte y descansad un poco. (Marcos 6:31).

Jesús nos recuerda a cada pastor: “Venid a mí todos los que estáis trabajados y cargados, y yo os haré descansar”. (Mateo 11: 28)

Con toda consideración,


Pr. Osmar González
En la hora del Avivamiento
Asociación Venezolana Centro Sur
De qué está hecho un líder


Mis pastores líderes,

Quiero compartir con ustedes otro tópico del liderazgo cristiano. Este lo tomé del libro Liderazgo con propósito de Rick Warren.
El carácter como fundamento del liderazgo
Si quieres ser un buen líder, necesitas desarrollar un mensaje digno de ser recordado, llevar un estilo de vida digno de ser considerado y tener una fe digna de ser imitada.
Es probable que hayas visto un buen número de líderes con mucho carisma, cuyos ministerios no han durado gran cosa... porque han carecido de carácter. De hecho, algunos de ellos han tenido grandes defectos de carácter. Su encanto personal los ha sostenido durante un tiempo, pero al final se ha manifestado su falta de carácter.
El fundamento del liderazgo no es el carisma personal, sino el carácter. El carisma no tiene nada que ver con lo que hace que un líder sea eficaz. El liderazgo no tiene que ver con la posición de una personalidad encantadora y llamativa, una gran sonrisa o una voz de terciopelo.
Lo que sí necesitas es carácter y credibilidad. El liderazgo es influencia, y sin credibilidad, su influencia no irá muy lejos.
Tal vez la gente te siga por un tiempo, pero no pasará mucho antes que se den cuenta de que vas por un camino que no lleva a ninguna parte.

Reputación es lo que la gente dice que eres. Carácter es lo que realmente eres.

D. L. Moody decía: “El carácter es lo que somos en medio de la oscuridad, cuando nadie nos mira”. En su carta a Timoteo Pablo presenta las características necesarias para el líder en la iglesia. Ni una sola vez menciona que se necesiten estudios de seminario. El liderazgo no se basa en lo académico. Es cuestión de carácter; es cuestión de quién eres.

No hay un tipo de personalidad concreto para los líderes. Tal vez hayas oído decir en el pasado que los líderes son personas de temperamento colérico o que son personas que se hacen cargo de las situaciones. Pero hay líderes de todas las formas, de todos los tamaños y de todos los temperamentos. Dios quiere usar tu personalidad, tal como Él mismo la creó.
Observa los cuatro temperamentos distintivos de los líderes, que vemos en la Biblia: Pablo era colérico. Pedro era sanguíneo. Moisés era melancólico. Abraham era flemático.
Cada uno de ellos era único y totalmente distinto a los demás. Y Dios los usó a todos. El liderazgo no es cuestión de personalidad.
No es necesario que seas extrovertido, sanguíneo o colérico para ser líder. Lo que sí se necesita para el liderazgo es carácter. Es la única cosa que tienen en común todos los grandes líderes. Cuando una persona carente de carácter llega a un puesto de liderazgo, esos defectos de carácter causan su caída. Todos lo hemos visto pasar.

A base de examinar las acciones y los ejemplos de otros líderes, podemos aprender de ellos. Sin embargo, no podemos imitar la personalidad de otro. Dios nos creó con una forma única. Cuando tratamos de imitar a alguien, nos consumimos.

Así como las personas son distintas, también lo son los líderes. Su rasgo común está formado por la credibilidad y el carácter.

El siguiente pasaje nos señala tres características de los buenos líderes:

Tienen un mensaje digno de recordar
“Recordad a vuestros guías, los que os comunicaron la palabra de Dios. Considerad atentamente cuáles hayan sido los resultados de su conducta hasta su muerte, e imitad su fe” (Hebreos 13:7). Cuando ellos hablan, la gente los escucha. ¿Hablas de tal manera que dejas huellas en el corazón de las personas?
Tienen un estilo de vida digno de considerar
“Considerad atentamente cuáles hayan sido los resultados de su conducta.” ¿Está de acuerdo la vida de ellos con su mensaje? ¿Y la tuya? ¿Vives de una manera que quieres que los demás estimen?
Tienen una fe digna de imitar

“Imitad su fe.” ¿Cuál es el mensaje de tu vida? ¿Qué le quiere decir Dios al mundo por medio de ti? Si quieres ser un buen líder, necesitas desarrollar un mensaje digno de ser recordado, llevar un estilo de vida digno de ser considerado y tener una fe digna de ser imitada. Todas estas cosas pertenecen al carácter.
¡Y pensar que es lo único que presentaremos al Señor!

Con todo aprecio,



Pr. Osmar González
En la hora del Avivamiento
Asociación Venezolana Centro Sur