domingo, 31 de octubre de 2010

Joyas para el Avivamiento - 4

“Pero vosotros tenéis la unción del Santo, y conocéis todas las cosas.” - 1 Juan 2:20

El Espíritu Santo Espera que Pidamos y Recibamos su Poder

Precisamente antes que Jesús dejara a sus discípulos para ir a las mansiones celestiales, los animó con la promesa del Espíritu Santo. Esta promesa nos pertenece tanto a nosotros como a ellos, y, sin embargo, ¡cuán raramente se presenta ante el pueblo, o se habla de su recepción en la iglesia! Como consecuencia de este silencio con respecto a este importantísimo asunto, ¿acerca de qué promesa sabemos menos por su cumplimiento práctico que acerca de esta rica promesa del don del Espíritu Santo, por el cual ha de concederse eficiencia a toda nuestra labor espiritual? La promesa del Espíritu Santo es mencionada por casualidad en nuestros discursos, es tocada en forma incidental, y eso es todo. Las profecías han sido tratadas detenidamente, las doctrinas han sido expuestas; pero lo que es esencial para la iglesia a fin de que crezca en fortaleza y eficiencia espiritual, para que la predicación pueda llevar consigo convicción, y las almas sean convertidas a Dios, ha sido por mucho tiempo dejado fuera del esfuerzo ministerial. Este tema ha sido puesto a un lado, como si algún tiempo futuro haya de ser dedicado a su consideración. Otras bendiciones y privilegios han sido presentados ante el pueblo hasta que se ha despertado el deseo de la iglesia por el logro de la bendición prometida de Dios; pero la impresión concerniente al Espíritu Santo ha sido que este don no es para la iglesia ahora, sino que en algún tiempo futuro sería necesario que la iglesia lo recibiera.

Todas las demás bendiciones

Esta bendición prometida, reclamada por la fe, traería todas las demás bendiciones en su estela, y ha de ser dada liberalmente al pueblo de Dios. Por medio de los astutos artificios del enemigo las mentes del pueblo de Dios parecen ser incapaces de comprender las promesas divinas y de apropiarse de ellas. Parecen pensar que únicamente los más escasos chaparrones de la gracia han de caer sobre el alma sedienta. El pueblo de Dios se ha acostumbrado a pensar que debe confiar en sus propios esfuerzos, que poca ayuda ha de recibirse del cielo; y el resultado es que tiene poca luz para comunicar a otras almas que mueren en el error y la oscuridad. La iglesia por mucho tiempo se ha contentado con escasa medida de la bendición de Dios; no ha sentido la necesidad de alcanzar los exaltados privilegios comprados para sus miembros a un costo infinito. Su fuerza espiritual ha sido débil, su experiencia la de un carácter enano e inválido, y se hallan descalificados para la obra que el Señor quiere que hagan. No son capaces de presentar las grandes y valiosas verdades de la santa Palabra de Dios que convencerían y convertirían a las almas por el agente del Espíritu Santo. El poder de Dios espera que se lo pida y se lo reciba.

Una cosecha de gozo será recogida por los que siembran la santa semilla de la verdad. "Irá andando y llorando el que lleva la preciosa simiente; mas volverá a venir con regocijo, trayendo sus gavillas". El mundo ha recibido la idea, por la actitud de la iglesia, de que el pueblo de Dios es por cierto un pueblo desprovisto de gozo, que el servicio de Cristo carece de atractivo, que la bendición de Dios se concede a un costo severo a los que la reciben. Al espaciarnos en nuestras pruebas, y magnificar las dificultades, representamos falsamente a Dios y a Jesucristo a quien él ha enviado; porque la senda que lleva al cielo se la hace carente de atractivo por la lobreguez que se junta en tomo al alma del creyente, y muchos se apartan chasqueados del servicio de Cristo. ¿Pero son realmente creyentes los que así representan a Cristo? No, porque los creyentes descansan en la divina promesa, y el Espíritu Santo es un consolador así como un reprobador.

El cristiano debe echar todo el fundamento si quiere erigir un carácter fuerte, simétrico, si quiere estar bien equilibrado en su experiencia religiosa. Es de esta manera como el hombre se ha preparado para hacer frente a las demandas de la verdad y la justicia como son presentadas en la Biblia; porque será sostenido y fortalecido por el Santo Espíritu de Dios. El que es un verdadero cristiano combina una gran ternura de sentimiento con una gran firmeza de propósito, con una invariable fidelidad a Dios; en ningún caso llegará a convertirse en el traidor de las verdades sagradas. El que es dotado del Espíritu Santo tiene grandes capacidades de corazón y de Intelecto, con una fuerza de voluntad y un propósito que son invencibles.

Hermanos míos, el Salvador exige de vosotros que prestéis atención a cómo testificáis por él. Necesitáis profundizamos cada vez más en el estudio de la Palabra. Tenéis toda clase de mentes a las cuales hacer frente, y a medida que enseñéis las verdades de la Palabra sagrada, habéis de manifestar fervor, respeto y reverencia. Limpiad vuestros discursos de la narración de historias, y predicad la Palabra. Tendréis entonces más gavillas para traer al Maestro. Recordad que en vuestro auditorio hay personas que están constantemente acosadas por la tentación. Algunos están luchando con la duda, casi en la desesperación, casi sin esperanza. Pedid a Dios que os ayude a hablar palabras que los fortalezcan para el conflicto.

Testimonios para los Ministros, págs. 174-176

viernes, 22 de octubre de 2010

Joyas para el Avivamiento - 3

"Cuando viniere aquel Espíritu de verdad, redargüirá al mundo de pecado, y de justicia, y de juicio." Juan 16:8

EL ESPÍRITU SANTO

La predicación de la Palabra no sirve de nada sin la presencia y ayuda del Espíritu Santo; porque este Espíritu es el único enseñador eficaz de la verdad divina. Únicamente cuando la verdad llegue al corazón acompañada por el Espíritu, vivificará la conciencia o transformará la vida. Puede un predicador ser capaz de presentar la letra de la Palabra de Dios; puede estar familiarizado con todos sus mandamientos y promesas; pero su siembra de la semilla evangélica no tendrá éxito a menos que esta semilla sea vivificada por el rocío celestial. Sin la cooperación del Espíritu de Dios, ninguna cantidad de educación, ninguna ventaja, por grandes que sean, pueden hacer de uno un conducto de luz. Antes de que se escribiera un libro del Nuevo Testamento, antes de que se predicase un sermón evangélico después de la ascensión de Cristo, descendió el Espíritu Santo sobre los discípulos mientras oraban. Después, el testimonio de sus enemigos fue: "Habéis llenado a Jerusalén de vuestra doctrina."

Los Promesas de Dios Sujetas a Condiciones

Cristo prometió el don del Espíritu Santo a su iglesia, y la promesa nos pertenece tanto a nosotros como a los primeros discípulos. Pero como toda otra promesa, se da con ciertas condiciones. Son muchos los que profesan creer y atenerse a las promesas del Señor; hablan de Cristo y del Espíritu Santo; mas no reciben beneficio, porque no entregan sus almas a la dirección de los agentes divinos.

No podemos nosotros emplear el Espíritu Santo; el Espíritu es quien nos ha de emplear a nosotros. Por medio del Espíritu, Dios obra en su pueblo "así el querer como el hacer, por su buena voluntad." Pero muchos no quieren someterse a ser guiados. Quieren dirigirse a sí mismos. Esta es la razón por la cual no reciben el don celestial.

Únicamente a aquellos que esperan humildemente en Dios, que esperan su dirección y gracia, se da el Espíritu. Esta bendición prometida, pedida con fe, trae consigo todas las demás bendiciones. Se da según las riquezas de la gracia de Cristo, quien está listo para abastecer a toda alma según su capacidad de recepción.

El impartimiento del Espíritu es el impartimiento de la vida de Cristo. Unicamente aquellos que son así enseñados por Dios, únicamente aquellos en cuyo interior obra el Espíritu, y en cuya vida se manifiesta la vida de Cristo, pueden ocupar la posición de verdaderos representantes del Salvador.

El Espíritu Santo como Educador

Dios toma a los hombres como son, y los educa para su servicio, si ellos quieren entregarse a él. El Espíritu de Dios, recibido en el alma, vivifica todas sus facultades. Bajo la dirección del Espíritu Santo, la mente, consagrada sin reservas a Dios, se desarrolla armoniosamente, y queda fortalecida para comprender y cumplir lo que Dios requiere. El carácter débil y vacilante se vuelve fuerte y firme. La devoción continua establece una relación tan íntima entre Jesús y sus discípulos que el cristiano se vuelve más semejante a su Maestro en carácter. Tiene una visión más clara y amplia. Su discernimiento es más penetrante, su criterio mejor equilibrado. Queda tan avivado por el poder vivificador del Sol de justicia, que es habilitado para llevar mucho fruto para gloria de Dios.

Cristo prometió que el Espíritu Santo hablara en aquellos que luchasen para obtener la victoria sobre el pecado, para demostrar el poder de la fuerza divina dotando al agente humano de fuerza sobrenatural e instruyendo al ignorante en los misterios del reino de Dios. ¿De qué nos valdría que el unigénito Hijo de Dios se hubiese humillado, soportase las tentaciones del astuto enemigo, y muriese, el justo por los injustos, si el Espíritu no fuese dado como agente constante de la regeneración, para hacer eficaz en cada caso individual lo que fue logrado por el Redentor del mundo?

El Espíritu Santo habilitó a los discípulos para exaltar solamente al Señor, y guió la pluma de los historiadores sagrados, para que el mundo tuviese registradas las palabras y las obras de Cristo. Hoy día este Espíritu está obrando constantemente, tratando de atraer la atención de los hombres al gran sacrificio hecho en la cruz del Calvario, para revelar al mundo el amor de Dios al hombre, y para dar al alma convencida acceso a las promesas de la Escritura.

Es el Espíritu el que hace resplandecer en las mentes entenebrecidas los brillantes rayos del Sol de justicia; el que hace arder el corazón de los hombres dentro de sí mismos con la recién despertado comprensión de las verdades de la eternidad; el que presenta a la mente la gran norma de justicia, y convence de pecado; el que inspira fe en el Único que puede, salvar del pecado; el que obra para transformar el carácter retirando los afectos de los hombres de aquellas cosas que son temporales y perecederas, y fijándolos en la herencia eterna. El Espíritu crea de nuevo, refina y santifica a los seres humanos, preparándolos para ser miembros de la familia real, hijos del Rey celestial.

Efecto de la Recepción del Espíritu

Cuando uno ha quedado completamente despojado del yo, cuando todo falso dios es excluido del alma, el vacío es llenado por el influjo del Espíritu de Cristo. El tal tiene la fe que purifica el alma de la contaminación. Queda conformado con el Espíritu, y obedece a las cosas del Espíritu. No tiene confianza en si mismo. Para él, Cristo es todo y está en todo. Recibe con mansedumbre la verdad que le es constantemente revelada, y da al Señor toda la gloria, diciendo: "Dios nos lo reveló a nosotros por el Espíritu." "Y nosotros hemos recibido, no el espíritu del mundo, sino el Espíritu que es de Dios, para que conozcamos lo que Dios nos ha dado."

El Espíritu revelador también obra en él los frutos de justicia. Cristo está en él, como "fuente de agua que salte para vida eterna."* El es un sarmiento de la Vid verdadera y produce ricos racimos de fruta para gloria de Dios. ¿Cuál es el carácter del fruto producido? -El fruto del Espíritu es "caridad," no odio; "gozo," no descontento y aflicción; "paz," no irritación, ansiedad y pruebas fabricadas. Es "tolerancia, benignidad, bondad, te, mansedumbre, templanza."*

Los que tienen este Espíritu son fervientes colaboradores con Dios; tienen la cooperación de los seres celestiales, y sienten el peso del mensaje que llevan. Hablan palabras de sólido criterio, y del tesoro del corazón sacan cosas puras y sagradas, según el ejemplo de Cristo.

El mensaje que debemos proclamar no es un mensaje cuya declaración necesitemos rehuir. Sus defensores no deben tratar de encubrirlo, de ocultar su origen y propósito. Cómo quienes han hecho votos solemnes a Dios, y quienes han sido comisionados como mensajeros de Cristo, como dispensadores de los misterios de la gracia, nos hallamos bajo la obligación de declarar fielmente todo el consejo de Dios.

No debemos restar prominencia a las verdades especiales que nos han separado del mundo, y nos han hecho lo que somos; porque están llenas de intereses eternos. Dios nos ha dado luz acerca de lo que acontece ahora, y por la pluma y de viva voz debemos proclamar la verdad al mundo. Pero es la vida de Cristo en el alma, es el activo principio del amor impartido por el Espíritu Santo, lo único que puede hacer fructificar nuestras palabras. El amor de Cristo es la fuerza y potencia de todo mensaje que para Dios haya salido alguna vez de labios humanos.

Nos Acercamos el fin

Un día tras otro pasa a la eternidad, llevándonos siempre más cerca del fin del tiempo de gracia. Como nunca antes, debemos orar para que el Espíritu Santo nos sea concedido en mayor abundancia, y debemos esperar que su influencia santificadora sea sentida por los obreros, para que aquellos por quienes trabajen sepan que han estado con Jesús y han aprendido de él.

Necesitamos clarividencia espiritual, para poder ver los designios del enemigo, y proclamar el peligro 306 como fieles centinelas. Necesitamos poder de lo alto para poder comprender hasta donde pueda comprenderlos la mente humana, los grandes temas del cristianismo y sus principios abarcantes.

Los que estén bajo la influencia del Espíritu de Dios no serán fanáticos, sino serenos y firmes, libres de extravagancias en pensamientos, palabras o acciones. En medio de la confusión de doctrinas engañosas, el Espíritu de Dios será un guía y escudo para aquellos que no hayan resistido las evidencias de la verdad, y hayan acallado toda otra voz que la de Aquel que es la verdad.

Estamos viviendo en los postreros, días, cuando se aceptan y creen errores del carácter más engañoso, al par que se descarta la verdad. El Señor tendrá tanto a los predicadores como a la gente por responsables de la luz que resplandece sobre su senda. Nos llama a trabajar diligentemente para juntar las joyas de verdad y ponerlas en el marco del Evangelio. Han de resplandecer con toda su divina belleza en las tinieblas morales del mundo. Esto no puede lograrse sin la ayuda del Espíritu Santo, pero con esta ayuda podemos hacerlo todo. Cuando estamos dotados del Espíritu, nos asimos por la fe del poder infinito. Nada se pierde de lo que proviene de Dios. El Salvador del mundo manda sus mensajes al alma para que se disipen las tinieblas del error. La obra del Espíritu es inconmensurablemente grande. De esta fuente recibe el obrero de Dios poder y eficiencia.

Obreros Evangélicos, págs. 301-307


viernes, 15 de octubre de 2010

Joyas para el Avivamiento 2

Porque yo derramaré aguas sobre el sequedal, y ríos sobre la tierra árida; mi Espíritu derramaré sobre tu generación, y mi bendición sobre tus renuevos; y brotarán entre hierba, como sauces junto a las riberas de las aguas. Isaías 44:3,4

Orad por la Lluvia Tardía

"Pedid a Jehová lluvia en la sazón tardía: Jehová hará relámpagos, y os dará lluvia abundante". "Y hará descender sobre vosotros lluvia temprana y tardía". En el oriente la primera lluvia caía en el tiempo de la siembra. Esta es necesaria para que la semilla germine. Bajo la influencia de los aguaceros fertilizantes, surgen los brotes tiernos. La lluvia tardía, al caer cerca del fin de la estación, madura el grano, y lo prepara para la siega. El Señor emplea estas operaciones de la naturaleza para representar la obra del Espíritu Santo. Como el rocío y la lluvia son dados en primer lugar para hacer que la semilla germine, y luego para madurar la cosecha, así el Espíritu Santo es dado para llevar adelante, de una etapa a otra, el proceso de crecimiento espiritual. La maduración del grano representa la terminación de la obra de la gracia de Dios en el alma. Por el poder del Espíritu Santo la imagen moral de Dios ha de ser perfeccionada en el carácter. Hemos de ser totalmente transformados a la semejanza de Cristo.

La lluvia tardía que madura la cosecha de la tierra, representa la gracia espiritual que prepara a la iglesia para la venida del Hijo del hombre. Pero a menos que la primera lluvia haya caído, no habrá vida; el brote verde no surgirá. A menos que los primeros chubascos hayan hecho su obra, la lluvia tardía no puede perfeccionar ninguna semilla.

Ha de haber "primero hierba, luego espiga, después grano lleno en la espiga". Debe haber un desarrollo constante de la virtud cristiana, un progreso permanente en la experiencia cristiana. Esto debemos buscarlo con intenso deseo, para que adornemos la doctrina de Cristo nuestro Salvador.

Muchos han dejado en gran medida de recibir la primera lluvia. No han obtenido todos los beneficios que Dios ha provisto así para ellos. Esperan que la falta sea suplida por la lluvia tardía. Cuando sea otorgada la abundancia más rica de la gracia, se proponen abrir sus corazones para recibirla. Están cometiendo un terrible error. La obra que Dios ha comenzado en el corazón humano al darle su luz y conocimiento, debe progresar continuamente. Todo individuo debe comprender su propia necesidad. El corazón debe ser vaciado de toda contaminación, y limpiado para la morada interna del Espíritu. Fue por medio de la confesión y el perdón del pecado, por la oración ferviente y la consagración de sí mismos a Dios, como los primeros discípulos se prepararon para el derramamiento del Espíritu Santo en el día de Pentecostés. La misma obra, sólo que en mayor grado, debe realizarse ahora. Entonces el agente humano tenía solamente que pedir la bendición, y esperar que el Señor perfeccionara la obra concerniente a él. Es Dios el que empezó la obra, y él la terminará, haciendo al hombre completo en Cristo Jesús. Pero no debe haber descuido de la gracia representada por la primera lluvia. Sólo aquellos que están viviendo a la altura de la luz que tienen recibirán mayor luz. A menos que estemos avanzando diariamente en la ejemplificación de las virtudes cristianas activas, no reconoceremos las manifestaciones del Espíritu Santo en la lluvia tardía. Podrá estar derramándose en los corazones en torno de nosotros, pero no la discerniremos ni la recibiremos.

En ningún punto de nuestra experiencia podemos dejar de contar con la ayuda de aquello que nos hace idóneos para hacer el primer comienzo. Las bendiciones recibidas bajo la lluvia temprana nos son necesarias hasta el fin. Sin embargo éstas solas no serán suficientes. Mientras albergamos las bendiciones de la lluvia temprana, no debemos, por otra parte, perder de vista el hecho de que sin la lluvia tardía, para llenar la espiga y madurar el grano, la cosecha no estaría lista para la siega, y el trabajo del sembrador habría sido en vano. La gracia divina se necesita al comienzo, se necesita gracia divina a cada paso de avance, y sólo la gracia divina puede completar la obra. No habrá ocasión de descansar en una actitud descuidada. Nunca debemos olvidar las amonestaciones de Cristo: "Velad en oración", "Velad . . . orando en todo tiempo". Una conexión con el agente divino es esencial para nuestro progreso en todo momento. Podemos haber tenido una medida del Espíritu de Dios, pero por la oración y la fe continuamente hemos de tratar de conseguir más del Espíritu. No debemos nunca cesar en nuestros esfuerzos. Si no progresamos, si no nos colocamos en la actitud de recibir tanto la lluvia temprana como la tardía, perderemos nuestras almas, y la responsabilidad descansará a nuestra propia puerta.

"Pedid a Jehová lluvia en la sazón tardía". No descanséis satisfechos de que en el curso normal de la estación la lluvia ha de caer. Pedidla. El crecimiento y el perfeccionamiento de la semilla no es cosa que pertenece al dueño del campo. Sólo Dios puede madurar la cosecha. Pero se requiere la cooperación del hombre. La obra de Dios por nosotros exige la acción de nuestra mente, el ejercicio de nuestra fe. Debemos buscar sus favores con todo el corazón si los aguaceros de la gracia han de venir sobre nosotros. Debiéramos aprovechar toda oportunidad de colocarnos en el canal de bendición. Cristo ha dicho: "Donde están dos o tres congregados en mi nombre, ahí estoy en medio de ellos". Las convocaciones de la iglesia, tales como las reuniones generales, las asambleas de la iglesia local, y todas las oportunidades en que hay un trabajo personal por las almas, son las ocasiones señaladas por Dios para dar la lluvia temprana y tardía.

Pero nadie piense que al asistir a tales reuniones, su deber está cumplido. Una mera asistencia a todas las reuniones que se realizan no traerá en sí misma una bendición al alma. No es una ley inmutable la de que todos los que asisten a las reuniones generales o a las reuniones locales reciban grandes provisiones del cielo. Las circunstancias pueden parecer favorables para un rico derramamiento de la lluvia de gracia. Pero Dios mismo es quien debe ordenar a la lluvia que caiga. Por lo tanto, no debemos ser remisos en la súplica. No debemos confiar en la forma ordinaria de actuar de la providencia. Debemos orar que Dios abra las fuentes de las aguas de vida. Y nosotros mismos debemos recibir del agua viva. Oremos con corazón contrito con el mayor fervor para que ahora, en el tiempo de la lluvia tardía, los aguaceros de gracia caigan sobre nosotros. En toda reunión a que asistamos deben ascender nuestras plegarias para que en este mismo tiempo Dios imparta calor y humedad a nuestras almas. Al buscar a Dios para la recepción del Espíritu Santo, este poder obrará en nosotros mansedumbre, humildad de mente, y una dependencia consciente de Dios para la lluvia tardía que perfecciona la obra. Si oramos por la bendición con fe, la recibiremos como Dios lo ha prometido.

La comunicación constante del Espíritu Santo a la iglesia es representada por el profeta Zacarías por otra figura, que contiene una admirable lección de ánimo para nosotros. El profeta dice: "Y volvió el ángel que hablaba conmigo, y despertóme como un hombre que es despertado de su sueño. Y díjome: ¿qué ves? Y respondí: He mirado, y he aquí un candelero todo de oro, con su vaso sobre su cabeza, y sus siete lámparas encima del candelero; y siete canales para las lámparas que están encima de él; y sobre él dos olivas, la una a la derecha del vaso, y la otra a su izquierda. Proseguí, y hablé a aquel ángel que hablaba conmigo, diciendo: ¿Qué es esto, señor mío? . . . . Entonces respondió y hablóme, diciendo: Esta es palabra de Jehová a Zorobabel, en que se dice: No con ejército, ni con fuerza, sino con mi espíritu, ha dicho Jehová de los ejércitos. . . . Hablé aún de nuevo, y díjele: ¿Qué significan las dos ramas de olivas que por medio de dos tubos de oro vierten de sí aceite como oro? Y él dijo: Estos dos hijos de aceite son los que están delante del Señor de toda la tierra".

De las dos olivas el aceite áureo fluía a través de los tubos de oro a las vasijas de los candeleros y de allí a las lámparas de oro que alumbraban el santuario. Así de los santos que están en la presencia de Dios, su Espíritu es impartido a los instrumentos humanos que están consagrados a su servicio. La misión de los dos ungidos es comunicar luz y poder al pueblo de Dios. Es con el propósito de recibir bendición para nosotros por lo que están en la presencia de Dios. Así como las olivas se vacían en los tubos de oro, los mensajeros celestiales tratan de comunicar todo aquello que reciben de Dios. Todo el tesoro celestial espera que lo pidamos y lo recibamos; y a medida que recibimos la bendición, a la vez hemos de impartirla. Así es como las santas lámparas son alimentadas, y la iglesia llega a ser portadora de luz en el mundo.

Esta es la obra que el Señor quiere que cada alma esté preparada para realizar en este tiempo, cuando los cuatro ángeles están reteniendo los cuatro vientos, para que no soplen hasta que los siervos de Dios sean sellados en sus frentes. No hay tiempo ahora para agradarse a sí mismo. Las lámparas del alma deben ser acondicionadas. Deben recibir la provisión del aceite de la gracia. Debe tomarse toda precaución para impedir el decaimiento espiritual, para que el gran día de Dios no nos sobrecoja como ladrón en la noche. Todo testigo para Dios ha de trabajar ahora inteligentemente en los ramos que Dios le ha señalado. Debemos obtener diariamente una experiencia viva y profunda en el perfeccionamiento del carácter cristiano. Debemos recibir diariamente el aceite santo, para que podamos impartirlo a los demás. Todos pueden ser portaluces ante el mundo, si quieren. Hemos de ocultar el yo, fuera de la vista, en Jesús. Hemos de recibir la palabra del Señor en forma de consejo e instrucciones, y comunicarla alegremente. Hay ahora necesidad de mucha oración. Cristo ordena: "Orad sin cesar"; esto es, mantened la mente elevada a Dios, la fuente de todo poder y eficiencia.

Por mucho tiempo podemos haber seguido el sendero angosto, pero no es seguro tomar esto como prueba de que continuaremos en él hasta el fin. Si hemos andado con Dios en compañerismo con el Espíritu Santo, es debido a que lo hemos buscado diariamente por la fe. El aceite áureo que fluye por los tubos de oro nos ha sido comunicado de las dos olivas. Pero los que no cultivan el espíritu y el hábito de la oración no pueden esperar recibir el aceite áureo de la bondad, la paciencia, la longanimidad, la cortesía y el amor.

Todos han de mantenerse separados del mundo, que está lleno de iniquidad. No hemos de andar con Dios durante un tiempo, y luego apartarnos de su compañía para andar en las chispas de nuestro propio fuego. Debe haber una firme constancia, una perseverancia en actos de fe. Hemos de alabar a Dios; de manifestar su gloria en un carácter justo. Ninguno de nosotros obtendrá la victoria sin un esfuerzo perseverante, incansable, proporcionado al valor del objeto que buscamos, la vida eterna.

La dispensación en la cual vivimos ha de ser, para los que piden, la dispensación del Espíritu Santo. Pedid su bendición. Es tiempo de que seamos más intensos en nuestra devoción. A nosotros se nos ha encomendado la ardua pero feliz y gloriosa tarea de revelar a Cristo a los que están en tiniebla. Somos llamados a proclamar las verdades especiales para este tiempo. Por todo esto el derramamiento del Espíritu es esencial. Debemos orar por él. El Señor espera que se lo pidamos. No hemos sido sinceros en esta tarea.

¿Qué puedo decir a mis hermanos en el nombre del Señor? ¿Qué proporción de nuestros esfuerzos se ha realizado de acuerdo con la luz que el Señor se ha agradado en darnos? No podemos depender de la forma o la maquinaria externa. Lo que necesitamos es la influencia vivificante del Espíritu de Dios. "No con ejército, ni con fuerza, sino con mi espíritu, ha dicho Jehová de los ejércitos". Orad sin cesar, y velad, obrando en armonía con vuestras oraciones. Mientras oráis, creed, confiad en Dios. Es el tiempo de la lluvia tardía, cuando el Señor dará liberalmente de su Espíritu. Sed fervientes en la oración, y velad en el Espíritu. (Testimonios par los Ministros, págs. 515-522)

Con aprecio,

Pr Osmar González Brazón



viernes, 8 de octubre de 2010

Joyas para el Avivamiento - 1

“Oh Jehová, aviva tu obra, en medio de los tiempos” - Habacuc 3:2

Mis estimados,

Desde hoy y por algunas semanas quisiera compartir con ustedes una serie de promesas maravillosas de la obra de avivamiento que el Espíritu Santo hará en la vida de los líderes, con la intención que podamos ejercer fe y reclamarlas como nuestras, frente a los inmensos desafíos que se nos plantea.

El Espíritu Santo

La promesa

A nosotros hoy, tan ciertamente como a los primeros discípulos, nos pertenece la promesa del Espíritu. Dios dotará hoy a hombres y mujeres del poder de lo alto, como dotó a los que, en el día de Pentecostés, oyeron la palabra de salvación. En este mismo momento su Espíritu y su gracia son para todos los que los necesitan y quieran aceptar su palabra al pie de la letra. (Joyas de los Testimonios, tomo 3, pág. 210.)

La promesa del Espíritu Santo no se limita a ninguna edad ni raza. Cristo declaró que la influencia divina de su Espíritu estaría con sus seguidores hasta el fin. Desde el día de Pentecostés hasta ahora, el Consolador ha sido enviado a todos los que se han entregado plenamente al Señor y a su servicio. (Los Hechos de los Apóstoles, pág. 40.)

Dios desea vivificar a su pueblo por el don de su Santo Espíritu, bautizándolo de nuevo en su amor. No necesita manifestarse carencia del Espíritu Santo en la iglesia. Después de la ascensión de Cristo, el Espíritu Santo descendió sobre los discípulos que esperaban, oraban y creían, con una plenitud que alcanzó a cada corazón. En el futuro, la tierra ha de ser iluminada con la gloria de Dios. Una influencia divina ha de emanar de los que están santificados por la verdad y alcanzar al mundo. La tierra ha de ser circuída con una atmósfera de gracia. El Espíritu Santo ha de obrar en los corazones humanos, tomando las cosas de Dios y revelándolas a los hombres. (Southern Watchman, 5 de septiembre de 1905.)

Es cierto que en el tiempo del fin, cuando la obra de Dios en la tierra esté por terminar, los fervientes esfuerzos realizados por los consagrados creyentes bajo la dirección del Espíritu Santo irán acompañados por manifestaciones especiales del favor divino. Bajo la figura de la lluvia temprana y tardía que cae en los países orientales al tiempo de la siembra y la cosecha, los profetas hebreos predijeron el derramamiento de la gracia espiritual en una medida extraordinaria sobre la iglesia de Dios. El derramamiento del Espíritu en los días de los apóstoles fue el comienzo de la lluvia temprana, y gloriosos fueron los resultados. Hasta el fin del tiempo, la presencia del Espíritu ha de morar con la iglesia fiel. (Los Hechos de los Apóstoles, págs. 44, 45.)

El derramamiento del Espíritu en los días de los apóstoles fue "la lluvia temprana", y glorioso fue el resultado. Pero la lluvia tardía será más abundante. ¿Cuál es la promesa hecha a los que viven en estos postreros días? "Tornaos a la fortaleza, oh presos de esperanza: hoy también os anuncio que os daré doblado." "Pedid a Jehová lluvia en la sazón tardía Jehová hará relámpagos, y os dará lluvia abundante, y hierba en el campo a cada uno." (Joyas de los Testimonios, tomo 3, pág. 211.)

Dios está dispuesto a conferirlo

El Señor está más dispuesto a dar el Espíritu Santo a los que le sirven, que los padres a dar buenas dádivas a sus hijos. (Los Hechos de los Apóstoles, pág. 41.)

En toda ocasión y lugar, en todas las tristezas y aflicciones, cuando la perspectiva parece sombría y el futuro nos deja perplejos y nos sentimos impotentes y solos, se envía el Consolador en respuesta a la oración de fe. Las circunstancias pueden separarnos de todo amigo terrenal, pero ninguna circunstancia ni distancia pueden separarnos del Consolador celestial. Dondequiera que estemos, dondequiera que vayamos, está siempre a nuestra diestra para apoyarnos, sostenernos y animarnos. (El Deseado de Todas las Gentes, pág. 607.)

Mañana tras mañana, cuando los heraldos del Evangelio se arrodillan delante del Señor y renuevan sus votos de consagración, él les concede la presencia de su Espíritu con su poder vivificante y santificador, y al salir para dedicarse a los deberes diarios, tienen la seguridad de que el agente invisible del Espíritu Santo los capacita para ser colaboradores juntamente con Dios. (Los Hechos de los Apóstoles, pág. 46.)

Vivimos en el tiempo del poder del Espíritu Santo. El está procurando difundirse por medio de los instrumentos humanos, y está acrecentando de este modo su influencia en el mundo. (Southern Watchman, 3 de noviembre de 1903.)

Condiciones para recibirlo

El Espíritu Santo será derramado sobre todos los que están pidiendo el pan de vida para darlo a sus vecinos. (Testimonies, tomo 6, pág. 90.)

Cuando pongamos nuestro corazón en unidad con Cristo y nuestra vida en armonía con su obra, el Espíritu que descendió sobre los discípulos en el día de Pentecostés, descenderá sobre nosotros. (Joyas de los testimonios, tomo 3, pág. 250.)

No es por causa de restricción alguna por parte de Dios por lo que las riquezas de su gracia no fluyen hacia la tierra, a los hombres. Si todos tuvieran la voluntad de recibir, todos serían llenados de su Espíritu. (Lecciones Prácticas del Gran Maestro, pág. 385.)

El Espíritu espera que lo pidamos y recibamos. (Lecciones Prácticas del Gran Maestro, pág. 111.)

Puesto que éste es el medio por el cual hemos de recibir poder, ¿por qué no tener más hambre y sed del don del Espíritu? ¿Por qué no hablamos de él, oramos por él y predicamos respecto a él? (Los Hechos de los Apóstoles, pág. 41.)

Si la promesa no se cumple como debiera, se debe a que no es apreciada debidamente. Si todos lo quisieran, todos serían llenados del Espíritu. (Los Hechos de los Apóstoles, pág. 41.)

Cada obrero debiera elevar su petición a Dios por el bautismo diario del Espíritu. Debieran reunirse grupos de obreros cristianos para solicitar ayuda especial y sabiduría celestial para hacer planes y ejecutarlos sabiamente. Debieran orar especialmente porque Dios bautice a sus embajadores escogidos en los campos misioneros con una rica medida de su Espíritu. (Los Hechos de los Apóstoles, págs. 41, 42.)

Pongan los creyentes a un lado toda disensión y entréguense a Dios para la salvación de los perdidos. Pidan con fe la prometida bendición y ella vendrá. (Testimonies, tomo 8, pág. 21.)

Los discípulos no pidieron una bendición para sí mismos. Se sentían abrumados con una carga por las almas. El Evangelio había de ser llevado hasta los confines de la tierra, y ellos reclamaban la investidura de poder que Cristo les había prometido. Fue entonces cuando se derramó el Espíritu Santo y se convirtieron miles en un día. (Southern Watchman, 1º de agosto de 1905.)

Cristo ha prometido el don del Espíritu Santo a su iglesia, y la promesa nos pertenece a nosotros tanto como a los primeros discípulos. Pero, como toda otra promesa, nos es dada bajo condiciones. Hay muchos que creen y profesan aferrarse a la promesa del Señor; hablan acerca de Cristo y acerca del Espíritu Santo, y, sin embargo no reciben beneficio alguno. No entregan su alma para que sea guiada y regida por los agentes divinos. No podemos emplear al Espíritu Santo. El Espíritu ha de emplearnos a nosotros. Por el Espíritu obra Dios en su pueblo "así el querer como el hacer, por su buena voluntad". Pero muchos no quieren someterse a eso. Quieren manejarse a sí mismos. Esta es la razón por la cual no reciben el don celestial. Únicamente a aquellos que esperan humildemente en Dios, que velan para tener su dirección y gracia, se da el Espíritu. El poder de Dios aguarda que ellos lo pidan y lo reciban. Esta bendición prometida, reclamada por la fe, trae todas las demás bendiciones en su estela. Se da según las riquezas de la gracia de Cristo, y él está listo para proporcionarla a toda alma según su capacidad para recibirla. (El Deseado de Todas las Gentes, pág. 609.)

El gran derramamiento del Espíritu de Dios que ilumina toda la tierra con su gloria, no acontecerá hasta que tengamos un pueblo iluminado, que conozca por experiencia lo que significa ser colaboradores de Dios. Cuando nos hayamos consagrado plenamente y de todo corazón al servicio de Cristo, Dios lo reconocerá por un derramamiento sin medida de su Espíritu; pero esto no ocurrirá mientras que la mayor parte de la iglesia no colabore con Dios. (Review and Herald, 21 de julio de 1896.)

Su Servidor y amigo

Pr Osmar González Brazón


jueves, 20 de mayo de 2010

¡Estoy agotado!

Mis amigos pastores,

Hoy estamos retomando nuestro espacio semanal de apoyo ministerial. Hemos estado ocupados en evangelismo y otros asuntos administrativos y creo conveniente presentar esta reflexión sobre un asunto importante que nos afecta a todos los pastores por igual. Últimamente he notado que no pocos ministros de nuestro equipo se están enfermando con mucha frecuencia y algunos han tenido recaídas. Es preocupante la situación. Debemos analizar con objetividad las causas y buscar soluciones pertinentes. Las oportunas lecciones de la escuela sabática de este trimestre nos están dando muchas respuestas a estas necesidades físicas y emocionales. Necesitamos cambios urgentes.
El tema que abordaremos ahora es el estrés y el agotamiento nervioso. Y pudiera ser la causa de muchos trastornos de salud. Veámoslo como lo presentan los pastores H. B. London y Neil B. Wiseman en su libro Pastores en alto riesgo.
¿Existe alguna diferencia entre estos dos anómalos? El estrés es un fenómeno primordialmente biológico: demasiada adrenalina y demasiado apremio. Uno vive acelerado y usa demasiada energía para realizar ciertas funciones. Tiene demasiadas fechas límites y es frecuente que este demasiado comprometido. El estrés es la pérdida de combustible y de energía que muchas veces produce desordenes como el pánico, las fobias y la ansiedad.

Cuando alguien pasa por un rato estresante, tiene el cuerpo en un estado de emergencia. Por eso le suben en colesterol, la presión y los latidos del corazón, y se le enfrían las palmas de las manos.
Este uso y desgaste acelerado del cuerpo puede llevar a la aparición de úlceras gástricas o de hipertensión arterial. Le puede tupir las arterias y ponerlo en camino hacia una enfermedad del corazón.
Las personas estresadas se caracterizan por un esfuerzo excesivo en el trabajo, y por unas reacciones fuertes en sus emociones. El estrés puede matar a una persona de manera prematura, en cuyo caso no va a tener tiempo suficiente para terminar lo que comenzó.
El agotamiento es una reacción mucho más emocional. En él, la víctima se desmoraliza y sabe que las cosas no marchan bien. La gente no la está apoyando. Comienza a perder la visión que tenía para su ministerio. Pierde la esperanza. El agotamiento la desconecta de su tarea principal, y se hunde en un estado de aplastante desaliento; casi desesperación. La palabra “desmoralización” es una buena forma de definir este estado.
En el caso de los pastores, este proceso suele presentarse cuando la víctima no tiene un apoyo emocional adecuado; no tiene nadie con quien hablar. Sucede cuando el pastor está solo, o incluso separado de la gente que lo podría ayudar. Entonces se encierra en sí mismo, porque siente que tiene que ser fuerte y que no debe hablar de sus problemas con nadie. Eso es agotamiento.
Ahora ¿Dónde lleva ese agotamiento? Llevan los dos al mismo lugar: a la depresión. Sólo que llevan a la persona por caminos distintos.
Un especialista de la escuela de Medicina de Harvard identifica en el mundo secular cuatro cosas que me parece ver obrando también en el mundo ministerial.
La primera es la arrogancia, cuando el pastor dice: “Puedo salir de esto, y lo puedo lograr solo; no necesito de nadie”. Y así comienza a hacerse sus propias reglas.
La segunda es una arriesgada adicción, en la cual la persona se sumerge en lo que está haciendo, que lo emociona y le da energía.
La tercera es la soledad. Ese es el punto en el cual el pastor tiene el riesgo de caer en la depresión, porque se aparta de las demás personas.
Y la cuarta es el adulterio, en el cual comienza a ver la actividad sexual como lo único que lo puede animar de verdad. Se vuelve al sexo con el fin de compensarse por las sensaciones de pérdida que tiene en su vida.
Sin duda que este es una espiral descendente devastadora. Esas son las consecuencias de un estrés y un agotamiento excesivos. Y en última instancia se convierte en un serio problema espiritual.
¿Cómo es posible que les pase esto a los pastores, que viven tan cerca de las cosas santas?
Estos dos fenómenos si no son avistados y corregidos a tiempo podrían llevar su ministerio a la ruina. Necesitamos la certera mano de Dios llevándonos a la búsqueda del equilibrio en el trabajo.
Cuando veas estos síntomas: enfermedad frecuente; problemas estomacales, úlceras, dolores de cabeza. O estos otros: detestar el teléfono, evitar a la gente, pánico frente a los problemas, pérdida de la confianza, desorientación. Es hora de venir aparte y descansad un poco. (Marcos 6:31).

Jesús nos recuerda a cada pastor: “Venid a mí todos los que estáis trabajados y cargados, y yo os haré descansar”. (Mateo 11: 28)

Con toda consideración,


Pr. Osmar González
En la hora del Avivamiento
Asociación Venezolana Centro Sur
De qué está hecho un líder


Mis pastores líderes,

Quiero compartir con ustedes otro tópico del liderazgo cristiano. Este lo tomé del libro Liderazgo con propósito de Rick Warren.
El carácter como fundamento del liderazgo
Si quieres ser un buen líder, necesitas desarrollar un mensaje digno de ser recordado, llevar un estilo de vida digno de ser considerado y tener una fe digna de ser imitada.
Es probable que hayas visto un buen número de líderes con mucho carisma, cuyos ministerios no han durado gran cosa... porque han carecido de carácter. De hecho, algunos de ellos han tenido grandes defectos de carácter. Su encanto personal los ha sostenido durante un tiempo, pero al final se ha manifestado su falta de carácter.
El fundamento del liderazgo no es el carisma personal, sino el carácter. El carisma no tiene nada que ver con lo que hace que un líder sea eficaz. El liderazgo no tiene que ver con la posición de una personalidad encantadora y llamativa, una gran sonrisa o una voz de terciopelo.
Lo que sí necesitas es carácter y credibilidad. El liderazgo es influencia, y sin credibilidad, su influencia no irá muy lejos.
Tal vez la gente te siga por un tiempo, pero no pasará mucho antes que se den cuenta de que vas por un camino que no lleva a ninguna parte.

Reputación es lo que la gente dice que eres. Carácter es lo que realmente eres.

D. L. Moody decía: “El carácter es lo que somos en medio de la oscuridad, cuando nadie nos mira”. En su carta a Timoteo Pablo presenta las características necesarias para el líder en la iglesia. Ni una sola vez menciona que se necesiten estudios de seminario. El liderazgo no se basa en lo académico. Es cuestión de carácter; es cuestión de quién eres.

No hay un tipo de personalidad concreto para los líderes. Tal vez hayas oído decir en el pasado que los líderes son personas de temperamento colérico o que son personas que se hacen cargo de las situaciones. Pero hay líderes de todas las formas, de todos los tamaños y de todos los temperamentos. Dios quiere usar tu personalidad, tal como Él mismo la creó.
Observa los cuatro temperamentos distintivos de los líderes, que vemos en la Biblia: Pablo era colérico. Pedro era sanguíneo. Moisés era melancólico. Abraham era flemático.
Cada uno de ellos era único y totalmente distinto a los demás. Y Dios los usó a todos. El liderazgo no es cuestión de personalidad.
No es necesario que seas extrovertido, sanguíneo o colérico para ser líder. Lo que sí se necesita para el liderazgo es carácter. Es la única cosa que tienen en común todos los grandes líderes. Cuando una persona carente de carácter llega a un puesto de liderazgo, esos defectos de carácter causan su caída. Todos lo hemos visto pasar.

A base de examinar las acciones y los ejemplos de otros líderes, podemos aprender de ellos. Sin embargo, no podemos imitar la personalidad de otro. Dios nos creó con una forma única. Cuando tratamos de imitar a alguien, nos consumimos.

Así como las personas son distintas, también lo son los líderes. Su rasgo común está formado por la credibilidad y el carácter.

El siguiente pasaje nos señala tres características de los buenos líderes:

Tienen un mensaje digno de recordar
“Recordad a vuestros guías, los que os comunicaron la palabra de Dios. Considerad atentamente cuáles hayan sido los resultados de su conducta hasta su muerte, e imitad su fe” (Hebreos 13:7). Cuando ellos hablan, la gente los escucha. ¿Hablas de tal manera que dejas huellas en el corazón de las personas?
Tienen un estilo de vida digno de considerar
“Considerad atentamente cuáles hayan sido los resultados de su conducta.” ¿Está de acuerdo la vida de ellos con su mensaje? ¿Y la tuya? ¿Vives de una manera que quieres que los demás estimen?
Tienen una fe digna de imitar

“Imitad su fe.” ¿Cuál es el mensaje de tu vida? ¿Qué le quiere decir Dios al mundo por medio de ti? Si quieres ser un buen líder, necesitas desarrollar un mensaje digno de ser recordado, llevar un estilo de vida digno de ser considerado y tener una fe digna de ser imitada. Todas estas cosas pertenecen al carácter.
¡Y pensar que es lo único que presentaremos al Señor!

Con todo aprecio,



Pr. Osmar González
En la hora del Avivamiento
Asociación Venezolana Centro Sur

domingo, 11 de abril de 2010

¿CHEQUEOS DE INTEGRIDAD?

Queridos colegas.
Ultimamante he estado estudiando algunos tópicos sobre liderazgo cristiano presentados por diferentes autores contemporáneos. Permítanme compartir con ustedes varios de ellos durante las siguientes semanas. Éste sobre la integridad fue escrito por el pastor Serafín Contreras Galeano y me pareció muy pertinente. Veamos.
Nuestros países están siendo afectados internamente por el avance de la corrupción administrativa y política. La honestidad se ha estado desvaneciendo como la niebla ante los rayos del sol. Miramos a un lado y al otro, esperando encontrar una chispa de esperanza en ese ámbito, pero parece que la esperanza también se esfuma. Miramos al liderazgo religioso y los encontramos en un gran porcentaje afectados por la pérdida de integridad.
Mientras los líderes crecen y se desarrollan en sus ministerios y en su autoridad, ellos están constantemente tentados a abusar del poder. Dios provee los Chequeos de Integridad para mantener a los líderes en la perspectiva divina desde su corazón y su carácter.
El carácter ha sido definido como la médula de las convicciones que determinan su integridad.

Qué es un Chequeo de integridad?
Un chequeo de integridad se refiere a una prueba especial la cual Dios usa para evaluar nuestras intenciones y motivaciones. Este Chequeo prueba nuestra consistencia entre nuestras convicciones internas y nuestras acciones externas. Dios usa los chequeos de integridad para construir una base de carácter desde la cual expandir la influencia.
Integridad es el corazón del liderazgo bíblico. Dios siempre busca desarrollar el carácter del liderazgo. El diccionario define la integridad como: “la adherencia incondicional a una médula de valores morales las cuales revelan absoluta sinceridad, honestidad y candor. Integridad trata con evitar la decepción y la artificialidad”
Las fallas en el ministerio son predominantemente debido a asuntos de carácter en vez de incapacidad ministerial. Las mayorías de las fallas en la vida de los líderes pueden ser clasificadas en fallas en los chequeos de integridad. Algunos pasan por desapercibidos los chequeos de integridad, incluso cuando Dios usa esto para probar las convicciones y las acciones de un líder.
Para el Señor la integridad es un elemento vital en el líder. El Señor hizo pacto con Salomón y en una de sus cláusulas del pacto le dijo lo siguiente: “Ahora bien, si tú te comportas en mi presencia como lo hizo David, tu padre, con un corazón íntegro y recto, poniendo en práctica todo lo que te he ordenado y obedeciereis mis leyes y decretos, yo confirmaré para siempre tu reinado en Israel, como se lo prometí a David tu padre, cuando le dije que nunca faltaría un descendiente suyo en el trono de Israel.” I Reyes 9:4,5.
Dios usa los chequeos de integridad para construir valores internos importantes para el ministerio futuro. El Espíritu Santo busca darle forma a la confianza y al carácter del líder a través de los chequeos de integridad. Los chequeos de integridad enseñan sumisión, construyen tolerancia, desarrollan un compromiso para seguir adelante a través de todas las luchas, una más profunda visión y un líder despierto con respecto a la seriedad de su llamado y su compromiso.

Muchos líderes ignoran los chequeos de integridad que el Señor presenta en su camino, no se imaginan el valor que estos chequeos tienen para sus vidas y ministerios.
CHEQUEOS DE INTEGRIDAD EN LA BIBLIA
Ø José fue chequeado en la integridad cuando la esposa del Faraón lo tentó e invito al pecado sexual. Ante esa lucha como humano su corazón de integridad expresó: “Cómo podría yo hacer algo tan malo y pecar contra Dios”. Gen 39: 8.
Ø Daniel cuando fue llevado cautivo a Babilonia “Propuso en su corazón no contaminarse con la comida del Rey”. Daniel 1:8.
Ø David entendió el valor de pasar positivamente los chequeos de integridad de Dios cuando en su oraciones clamaba profundamente desde su espíritu así: “Cuídame, sálvame la vida! ¡No dejes que me hunda en la vergüenza, pues en ti busco protección! Que me protejan mi integridad y mi inocencia, pues en ti he puesto mi confianza. Salmo 25:21.
Ø Aun una vez más David solicitó a Dios que lo pasará por el chequeo de integridad cuando dijo: Señor, hazme justicia, pues mi vida no tiene tacha. En ti Señor, confío firmemente; examíname, ¡ponme a prueba! (Pásame por el chequeo de integridad).
¡Pon a prueba, mis pensamientos y mis sentimientos más profundos!. Salmo 26:1,2.Todos los que estamos involucrados en el ministerio, tarde que temprano somos sometidos al chequeo de integridad. Oportunidades llegan, puertas que parecen honestas se abren, entrevistas que parecen loables nos ofrecen, ofertas que se visten de bendición se asoman a nuestras ventanas, insinuaciones sutiles que nos hacen sentir otra vez jóvenes caen como fresca brisa, atajos que nos permiten aligerar el camino llegan en bandejas plateadas, dinero que parece caído del cielo cuando la crisis financiera nos arropa, pero que a la vuelta de la esquina entendemos que era un chequeo de integridad y por no estar con el espíritu despierto y la mente refrescada, no lo logramos pasar.

La reflexión es ingrediente vital para mirar adelante y conservar la integridad. Que nuestro anhelo sea hoy más que nunca el poder finalizar nuestros ministerios con integridad en el corazón. David a pesar de su pecado con Betsabé, recupero la integridad cuando fue honesto y confesó su pecado. Integridad no es perfección, es honestidad. Por ello David confesó en el Salmo 51 su pecado y por tal confesión y dolor de corazón Asaf habla de David así: Escogió a su siervo David, el que era pastor de ovejas, lo quito de andar tras los rebaños, para que cuidará a su pueblo, para que fuera pastor de Israel. Y David cuido del pueblo de Dios, los cuido y los dirigió, con mano hábil y corazón íntegro”. Salmo 78:70-72.
Ni Dios ni el pueblo busca perfección, pero si honestidad. Cuando llegamos a un aeropuerto revisamos nuestros maletines para asegurarnos que tenemos el pasaporte, porque vamos a ser chequeado por inmigración. Revisemos hoy nuestros corazones para asegurarnos que la integridad aún está allí, porque hoy, en cualquier momento podemos tener chequeos de integridad por nuestro Dios. Cuando el Señor quiere llevar a uno de sus siervos a nuevas esferas espirituales, a nuevos caminos y nuevas oportunidades, él primero somete a sus siervos a un chequeo de integridad.
“Señor, no queremos perder nuestra integridad. Si este es el día en que nos quieres chequear en la integridad, ayúdanos para pasar la prueba victoriosamente y escuchar que de tus labios sale la hermosa declaración de aprobación: Bien, buen siervo fiel, en lo poco haz sido fiel en lo mucho te pondré!”.
Que el Señor nos ayude a mantenernos integro!
De todo corazón,

Pr. Osmar González
En la hora del Avivamiento
Asociación Venezolana Centro Sur