viernes, 8 de octubre de 2010

Joyas para el Avivamiento - 1

“Oh Jehová, aviva tu obra, en medio de los tiempos” - Habacuc 3:2

Mis estimados,

Desde hoy y por algunas semanas quisiera compartir con ustedes una serie de promesas maravillosas de la obra de avivamiento que el Espíritu Santo hará en la vida de los líderes, con la intención que podamos ejercer fe y reclamarlas como nuestras, frente a los inmensos desafíos que se nos plantea.

El Espíritu Santo

La promesa

A nosotros hoy, tan ciertamente como a los primeros discípulos, nos pertenece la promesa del Espíritu. Dios dotará hoy a hombres y mujeres del poder de lo alto, como dotó a los que, en el día de Pentecostés, oyeron la palabra de salvación. En este mismo momento su Espíritu y su gracia son para todos los que los necesitan y quieran aceptar su palabra al pie de la letra. (Joyas de los Testimonios, tomo 3, pág. 210.)

La promesa del Espíritu Santo no se limita a ninguna edad ni raza. Cristo declaró que la influencia divina de su Espíritu estaría con sus seguidores hasta el fin. Desde el día de Pentecostés hasta ahora, el Consolador ha sido enviado a todos los que se han entregado plenamente al Señor y a su servicio. (Los Hechos de los Apóstoles, pág. 40.)

Dios desea vivificar a su pueblo por el don de su Santo Espíritu, bautizándolo de nuevo en su amor. No necesita manifestarse carencia del Espíritu Santo en la iglesia. Después de la ascensión de Cristo, el Espíritu Santo descendió sobre los discípulos que esperaban, oraban y creían, con una plenitud que alcanzó a cada corazón. En el futuro, la tierra ha de ser iluminada con la gloria de Dios. Una influencia divina ha de emanar de los que están santificados por la verdad y alcanzar al mundo. La tierra ha de ser circuída con una atmósfera de gracia. El Espíritu Santo ha de obrar en los corazones humanos, tomando las cosas de Dios y revelándolas a los hombres. (Southern Watchman, 5 de septiembre de 1905.)

Es cierto que en el tiempo del fin, cuando la obra de Dios en la tierra esté por terminar, los fervientes esfuerzos realizados por los consagrados creyentes bajo la dirección del Espíritu Santo irán acompañados por manifestaciones especiales del favor divino. Bajo la figura de la lluvia temprana y tardía que cae en los países orientales al tiempo de la siembra y la cosecha, los profetas hebreos predijeron el derramamiento de la gracia espiritual en una medida extraordinaria sobre la iglesia de Dios. El derramamiento del Espíritu en los días de los apóstoles fue el comienzo de la lluvia temprana, y gloriosos fueron los resultados. Hasta el fin del tiempo, la presencia del Espíritu ha de morar con la iglesia fiel. (Los Hechos de los Apóstoles, págs. 44, 45.)

El derramamiento del Espíritu en los días de los apóstoles fue "la lluvia temprana", y glorioso fue el resultado. Pero la lluvia tardía será más abundante. ¿Cuál es la promesa hecha a los que viven en estos postreros días? "Tornaos a la fortaleza, oh presos de esperanza: hoy también os anuncio que os daré doblado." "Pedid a Jehová lluvia en la sazón tardía Jehová hará relámpagos, y os dará lluvia abundante, y hierba en el campo a cada uno." (Joyas de los Testimonios, tomo 3, pág. 211.)

Dios está dispuesto a conferirlo

El Señor está más dispuesto a dar el Espíritu Santo a los que le sirven, que los padres a dar buenas dádivas a sus hijos. (Los Hechos de los Apóstoles, pág. 41.)

En toda ocasión y lugar, en todas las tristezas y aflicciones, cuando la perspectiva parece sombría y el futuro nos deja perplejos y nos sentimos impotentes y solos, se envía el Consolador en respuesta a la oración de fe. Las circunstancias pueden separarnos de todo amigo terrenal, pero ninguna circunstancia ni distancia pueden separarnos del Consolador celestial. Dondequiera que estemos, dondequiera que vayamos, está siempre a nuestra diestra para apoyarnos, sostenernos y animarnos. (El Deseado de Todas las Gentes, pág. 607.)

Mañana tras mañana, cuando los heraldos del Evangelio se arrodillan delante del Señor y renuevan sus votos de consagración, él les concede la presencia de su Espíritu con su poder vivificante y santificador, y al salir para dedicarse a los deberes diarios, tienen la seguridad de que el agente invisible del Espíritu Santo los capacita para ser colaboradores juntamente con Dios. (Los Hechos de los Apóstoles, pág. 46.)

Vivimos en el tiempo del poder del Espíritu Santo. El está procurando difundirse por medio de los instrumentos humanos, y está acrecentando de este modo su influencia en el mundo. (Southern Watchman, 3 de noviembre de 1903.)

Condiciones para recibirlo

El Espíritu Santo será derramado sobre todos los que están pidiendo el pan de vida para darlo a sus vecinos. (Testimonies, tomo 6, pág. 90.)

Cuando pongamos nuestro corazón en unidad con Cristo y nuestra vida en armonía con su obra, el Espíritu que descendió sobre los discípulos en el día de Pentecostés, descenderá sobre nosotros. (Joyas de los testimonios, tomo 3, pág. 250.)

No es por causa de restricción alguna por parte de Dios por lo que las riquezas de su gracia no fluyen hacia la tierra, a los hombres. Si todos tuvieran la voluntad de recibir, todos serían llenados de su Espíritu. (Lecciones Prácticas del Gran Maestro, pág. 385.)

El Espíritu espera que lo pidamos y recibamos. (Lecciones Prácticas del Gran Maestro, pág. 111.)

Puesto que éste es el medio por el cual hemos de recibir poder, ¿por qué no tener más hambre y sed del don del Espíritu? ¿Por qué no hablamos de él, oramos por él y predicamos respecto a él? (Los Hechos de los Apóstoles, pág. 41.)

Si la promesa no se cumple como debiera, se debe a que no es apreciada debidamente. Si todos lo quisieran, todos serían llenados del Espíritu. (Los Hechos de los Apóstoles, pág. 41.)

Cada obrero debiera elevar su petición a Dios por el bautismo diario del Espíritu. Debieran reunirse grupos de obreros cristianos para solicitar ayuda especial y sabiduría celestial para hacer planes y ejecutarlos sabiamente. Debieran orar especialmente porque Dios bautice a sus embajadores escogidos en los campos misioneros con una rica medida de su Espíritu. (Los Hechos de los Apóstoles, págs. 41, 42.)

Pongan los creyentes a un lado toda disensión y entréguense a Dios para la salvación de los perdidos. Pidan con fe la prometida bendición y ella vendrá. (Testimonies, tomo 8, pág. 21.)

Los discípulos no pidieron una bendición para sí mismos. Se sentían abrumados con una carga por las almas. El Evangelio había de ser llevado hasta los confines de la tierra, y ellos reclamaban la investidura de poder que Cristo les había prometido. Fue entonces cuando se derramó el Espíritu Santo y se convirtieron miles en un día. (Southern Watchman, 1º de agosto de 1905.)

Cristo ha prometido el don del Espíritu Santo a su iglesia, y la promesa nos pertenece a nosotros tanto como a los primeros discípulos. Pero, como toda otra promesa, nos es dada bajo condiciones. Hay muchos que creen y profesan aferrarse a la promesa del Señor; hablan acerca de Cristo y acerca del Espíritu Santo, y, sin embargo no reciben beneficio alguno. No entregan su alma para que sea guiada y regida por los agentes divinos. No podemos emplear al Espíritu Santo. El Espíritu ha de emplearnos a nosotros. Por el Espíritu obra Dios en su pueblo "así el querer como el hacer, por su buena voluntad". Pero muchos no quieren someterse a eso. Quieren manejarse a sí mismos. Esta es la razón por la cual no reciben el don celestial. Únicamente a aquellos que esperan humildemente en Dios, que velan para tener su dirección y gracia, se da el Espíritu. El poder de Dios aguarda que ellos lo pidan y lo reciban. Esta bendición prometida, reclamada por la fe, trae todas las demás bendiciones en su estela. Se da según las riquezas de la gracia de Cristo, y él está listo para proporcionarla a toda alma según su capacidad para recibirla. (El Deseado de Todas las Gentes, pág. 609.)

El gran derramamiento del Espíritu de Dios que ilumina toda la tierra con su gloria, no acontecerá hasta que tengamos un pueblo iluminado, que conozca por experiencia lo que significa ser colaboradores de Dios. Cuando nos hayamos consagrado plenamente y de todo corazón al servicio de Cristo, Dios lo reconocerá por un derramamiento sin medida de su Espíritu; pero esto no ocurrirá mientras que la mayor parte de la iglesia no colabore con Dios. (Review and Herald, 21 de julio de 1896.)

Su Servidor y amigo

Pr Osmar González Brazón


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