viernes, 22 de octubre de 2010

Joyas para el Avivamiento - 3

"Cuando viniere aquel Espíritu de verdad, redargüirá al mundo de pecado, y de justicia, y de juicio." Juan 16:8

EL ESPÍRITU SANTO

La predicación de la Palabra no sirve de nada sin la presencia y ayuda del Espíritu Santo; porque este Espíritu es el único enseñador eficaz de la verdad divina. Únicamente cuando la verdad llegue al corazón acompañada por el Espíritu, vivificará la conciencia o transformará la vida. Puede un predicador ser capaz de presentar la letra de la Palabra de Dios; puede estar familiarizado con todos sus mandamientos y promesas; pero su siembra de la semilla evangélica no tendrá éxito a menos que esta semilla sea vivificada por el rocío celestial. Sin la cooperación del Espíritu de Dios, ninguna cantidad de educación, ninguna ventaja, por grandes que sean, pueden hacer de uno un conducto de luz. Antes de que se escribiera un libro del Nuevo Testamento, antes de que se predicase un sermón evangélico después de la ascensión de Cristo, descendió el Espíritu Santo sobre los discípulos mientras oraban. Después, el testimonio de sus enemigos fue: "Habéis llenado a Jerusalén de vuestra doctrina."

Los Promesas de Dios Sujetas a Condiciones

Cristo prometió el don del Espíritu Santo a su iglesia, y la promesa nos pertenece tanto a nosotros como a los primeros discípulos. Pero como toda otra promesa, se da con ciertas condiciones. Son muchos los que profesan creer y atenerse a las promesas del Señor; hablan de Cristo y del Espíritu Santo; mas no reciben beneficio, porque no entregan sus almas a la dirección de los agentes divinos.

No podemos nosotros emplear el Espíritu Santo; el Espíritu es quien nos ha de emplear a nosotros. Por medio del Espíritu, Dios obra en su pueblo "así el querer como el hacer, por su buena voluntad." Pero muchos no quieren someterse a ser guiados. Quieren dirigirse a sí mismos. Esta es la razón por la cual no reciben el don celestial.

Únicamente a aquellos que esperan humildemente en Dios, que esperan su dirección y gracia, se da el Espíritu. Esta bendición prometida, pedida con fe, trae consigo todas las demás bendiciones. Se da según las riquezas de la gracia de Cristo, quien está listo para abastecer a toda alma según su capacidad de recepción.

El impartimiento del Espíritu es el impartimiento de la vida de Cristo. Unicamente aquellos que son así enseñados por Dios, únicamente aquellos en cuyo interior obra el Espíritu, y en cuya vida se manifiesta la vida de Cristo, pueden ocupar la posición de verdaderos representantes del Salvador.

El Espíritu Santo como Educador

Dios toma a los hombres como son, y los educa para su servicio, si ellos quieren entregarse a él. El Espíritu de Dios, recibido en el alma, vivifica todas sus facultades. Bajo la dirección del Espíritu Santo, la mente, consagrada sin reservas a Dios, se desarrolla armoniosamente, y queda fortalecida para comprender y cumplir lo que Dios requiere. El carácter débil y vacilante se vuelve fuerte y firme. La devoción continua establece una relación tan íntima entre Jesús y sus discípulos que el cristiano se vuelve más semejante a su Maestro en carácter. Tiene una visión más clara y amplia. Su discernimiento es más penetrante, su criterio mejor equilibrado. Queda tan avivado por el poder vivificador del Sol de justicia, que es habilitado para llevar mucho fruto para gloria de Dios.

Cristo prometió que el Espíritu Santo hablara en aquellos que luchasen para obtener la victoria sobre el pecado, para demostrar el poder de la fuerza divina dotando al agente humano de fuerza sobrenatural e instruyendo al ignorante en los misterios del reino de Dios. ¿De qué nos valdría que el unigénito Hijo de Dios se hubiese humillado, soportase las tentaciones del astuto enemigo, y muriese, el justo por los injustos, si el Espíritu no fuese dado como agente constante de la regeneración, para hacer eficaz en cada caso individual lo que fue logrado por el Redentor del mundo?

El Espíritu Santo habilitó a los discípulos para exaltar solamente al Señor, y guió la pluma de los historiadores sagrados, para que el mundo tuviese registradas las palabras y las obras de Cristo. Hoy día este Espíritu está obrando constantemente, tratando de atraer la atención de los hombres al gran sacrificio hecho en la cruz del Calvario, para revelar al mundo el amor de Dios al hombre, y para dar al alma convencida acceso a las promesas de la Escritura.

Es el Espíritu el que hace resplandecer en las mentes entenebrecidas los brillantes rayos del Sol de justicia; el que hace arder el corazón de los hombres dentro de sí mismos con la recién despertado comprensión de las verdades de la eternidad; el que presenta a la mente la gran norma de justicia, y convence de pecado; el que inspira fe en el Único que puede, salvar del pecado; el que obra para transformar el carácter retirando los afectos de los hombres de aquellas cosas que son temporales y perecederas, y fijándolos en la herencia eterna. El Espíritu crea de nuevo, refina y santifica a los seres humanos, preparándolos para ser miembros de la familia real, hijos del Rey celestial.

Efecto de la Recepción del Espíritu

Cuando uno ha quedado completamente despojado del yo, cuando todo falso dios es excluido del alma, el vacío es llenado por el influjo del Espíritu de Cristo. El tal tiene la fe que purifica el alma de la contaminación. Queda conformado con el Espíritu, y obedece a las cosas del Espíritu. No tiene confianza en si mismo. Para él, Cristo es todo y está en todo. Recibe con mansedumbre la verdad que le es constantemente revelada, y da al Señor toda la gloria, diciendo: "Dios nos lo reveló a nosotros por el Espíritu." "Y nosotros hemos recibido, no el espíritu del mundo, sino el Espíritu que es de Dios, para que conozcamos lo que Dios nos ha dado."

El Espíritu revelador también obra en él los frutos de justicia. Cristo está en él, como "fuente de agua que salte para vida eterna."* El es un sarmiento de la Vid verdadera y produce ricos racimos de fruta para gloria de Dios. ¿Cuál es el carácter del fruto producido? -El fruto del Espíritu es "caridad," no odio; "gozo," no descontento y aflicción; "paz," no irritación, ansiedad y pruebas fabricadas. Es "tolerancia, benignidad, bondad, te, mansedumbre, templanza."*

Los que tienen este Espíritu son fervientes colaboradores con Dios; tienen la cooperación de los seres celestiales, y sienten el peso del mensaje que llevan. Hablan palabras de sólido criterio, y del tesoro del corazón sacan cosas puras y sagradas, según el ejemplo de Cristo.

El mensaje que debemos proclamar no es un mensaje cuya declaración necesitemos rehuir. Sus defensores no deben tratar de encubrirlo, de ocultar su origen y propósito. Cómo quienes han hecho votos solemnes a Dios, y quienes han sido comisionados como mensajeros de Cristo, como dispensadores de los misterios de la gracia, nos hallamos bajo la obligación de declarar fielmente todo el consejo de Dios.

No debemos restar prominencia a las verdades especiales que nos han separado del mundo, y nos han hecho lo que somos; porque están llenas de intereses eternos. Dios nos ha dado luz acerca de lo que acontece ahora, y por la pluma y de viva voz debemos proclamar la verdad al mundo. Pero es la vida de Cristo en el alma, es el activo principio del amor impartido por el Espíritu Santo, lo único que puede hacer fructificar nuestras palabras. El amor de Cristo es la fuerza y potencia de todo mensaje que para Dios haya salido alguna vez de labios humanos.

Nos Acercamos el fin

Un día tras otro pasa a la eternidad, llevándonos siempre más cerca del fin del tiempo de gracia. Como nunca antes, debemos orar para que el Espíritu Santo nos sea concedido en mayor abundancia, y debemos esperar que su influencia santificadora sea sentida por los obreros, para que aquellos por quienes trabajen sepan que han estado con Jesús y han aprendido de él.

Necesitamos clarividencia espiritual, para poder ver los designios del enemigo, y proclamar el peligro 306 como fieles centinelas. Necesitamos poder de lo alto para poder comprender hasta donde pueda comprenderlos la mente humana, los grandes temas del cristianismo y sus principios abarcantes.

Los que estén bajo la influencia del Espíritu de Dios no serán fanáticos, sino serenos y firmes, libres de extravagancias en pensamientos, palabras o acciones. En medio de la confusión de doctrinas engañosas, el Espíritu de Dios será un guía y escudo para aquellos que no hayan resistido las evidencias de la verdad, y hayan acallado toda otra voz que la de Aquel que es la verdad.

Estamos viviendo en los postreros, días, cuando se aceptan y creen errores del carácter más engañoso, al par que se descarta la verdad. El Señor tendrá tanto a los predicadores como a la gente por responsables de la luz que resplandece sobre su senda. Nos llama a trabajar diligentemente para juntar las joyas de verdad y ponerlas en el marco del Evangelio. Han de resplandecer con toda su divina belleza en las tinieblas morales del mundo. Esto no puede lograrse sin la ayuda del Espíritu Santo, pero con esta ayuda podemos hacerlo todo. Cuando estamos dotados del Espíritu, nos asimos por la fe del poder infinito. Nada se pierde de lo que proviene de Dios. El Salvador del mundo manda sus mensajes al alma para que se disipen las tinieblas del error. La obra del Espíritu es inconmensurablemente grande. De esta fuente recibe el obrero de Dios poder y eficiencia.

Obreros Evangélicos, págs. 301-307