sábado, 27 de marzo de 2010

“No somos huérfanos”

“Y yo rogaré al Padre, y os dará otro Consolador, para que esté con vosotros para siempre… No os dejaré huérfanos; vendré a vosotros.” (Juan 14: 16,18)

Mí estimado,

¿Cómo te sientes hoy? ¿Cansado o deprimido? ¿Desanimado o enfermo? Sea como fuere, la vida jamás nos planteará opciones mejores. Ya que pareciera que todo atenta contra nosotros. Más aun, cuando buscamos sin reservas la presencia de Dios en nuestra vida diaria. Sin embargo, estamos conscientes que necesitamos una fe inquebrantable frente a los desafíos que se nos presentan como ministros.

Fe para confiar cuando ya no queda nada en la nevera, fe para creer cuando se acaba el dinero apenas llega a las manos, fe para esperar la reparación de un carro que pasa más tiempo en el taller mecánico que rodando, fe para administrar y guiar la iglesia, fe para conducir certeramente la familia, fe para llevar almas a los pies de Cristo, fe para oír cada madrugada la voz de Dios, fe para cumplir las elevadas expectativas del los jefes.

La retahíla sigue y nadie ha dicho que sea fácil. Pero cuando estés casi vencido, cuando estés sólo y por volver a llorar. Cuando todos se hayan ido. Mira arriba y recuerda esta promesa: “No os dejaré huérfanos…”. La promesa del Espíritu.

Quizás ninguno de nosotros afortunadamente sabe por experiencia propia lo que es la orfandad. Yo no lo sé, pero debe ser horrible. De solo imaginarlo aterra. No tener nada, peor aún no tener a nadie.

El Espíritu Santo, nuestro Consolador fue comisionado por Jesús para evitar nuestro desamparo. Mira esta preciosísima promesa: “En toda ocasión y lugar, en todas las tristezas y aflicciones, cuando la perspectiva parece sombría y el futuro nos deja perplejos y nos sentimos impotentes y solos, se envía el Consolador en respuesta a la oración de fe… (DTG, 607).

El mismo nombre de Consolador da por sentado que sufriríamos y necesitaríamos consuelo. Esta es la obra que el Espíritu Santo se complace en hacer. Nos conoce, lo sabe todo y se goza en venir en nuestra ayuda. Sólo necesitamos acercarnos con fe y pedir su compañía.

Mañana tras mañana, cuando los heraldos del Evangelio se arrodillan delante del Señor y renuevan sus votos de consagración, él les concede la presencia de su Espíritu con su poder vivificante y santificador, y al salir para dedicarse a los deberes diarios, tienen la seguridad de que el agente invisible del Espíritu Santo los capacita para ser colaboradores juntamente con Dios. (HAp, 46.)

Las circunstancias pueden separarnos de todo amigo terrenal, pero ninguna circunstancia ni distancia pueden separarnos del Consolador celestial. Dondequiera que estemos, dondequiera que vayamos, está siempre a nuestra diestra para apoyarnos, sostenernos y animarnos.” (DTG, 607)

Qué privilegio tenemos! Que Dios se acerque a nosotros de manera tan personal y podamos sentir su apoyo y sus palabras de ánimo. No tiene precio alguno. Esta seguridad da sentido al ministerio pastoral. Servimos a un Dios que se preocupa por sus líderes. Un Dios del cual no podemos escapar de su tierno cuidado. Mira como lo expresa el salmista:

¿A dónde me iré de tu Espíritu? ¿Y a dónde huiré de tu presencia? Si subiere a los cielos, allí estás tú; Y si en el sepulcro hiciere mi estrado, he aquí, allí tú estás. Si tomare las alas del alba y habitare en el extremo del mar, aun allí me guiará tu mano, y me asirá tu diestra. (Salmos 139:7-10)

Pastores, Jesús empeño su palabra. No somos huérfanos!

Su hermano de lucha,


Pr. Osmar González
En la hora del Avivamiento
Asociación Venezolana Centro Sur