viernes, 15 de octubre de 2010

Joyas para el Avivamiento 2

Porque yo derramaré aguas sobre el sequedal, y ríos sobre la tierra árida; mi Espíritu derramaré sobre tu generación, y mi bendición sobre tus renuevos; y brotarán entre hierba, como sauces junto a las riberas de las aguas. Isaías 44:3,4

Orad por la Lluvia Tardía

"Pedid a Jehová lluvia en la sazón tardía: Jehová hará relámpagos, y os dará lluvia abundante". "Y hará descender sobre vosotros lluvia temprana y tardía". En el oriente la primera lluvia caía en el tiempo de la siembra. Esta es necesaria para que la semilla germine. Bajo la influencia de los aguaceros fertilizantes, surgen los brotes tiernos. La lluvia tardía, al caer cerca del fin de la estación, madura el grano, y lo prepara para la siega. El Señor emplea estas operaciones de la naturaleza para representar la obra del Espíritu Santo. Como el rocío y la lluvia son dados en primer lugar para hacer que la semilla germine, y luego para madurar la cosecha, así el Espíritu Santo es dado para llevar adelante, de una etapa a otra, el proceso de crecimiento espiritual. La maduración del grano representa la terminación de la obra de la gracia de Dios en el alma. Por el poder del Espíritu Santo la imagen moral de Dios ha de ser perfeccionada en el carácter. Hemos de ser totalmente transformados a la semejanza de Cristo.

La lluvia tardía que madura la cosecha de la tierra, representa la gracia espiritual que prepara a la iglesia para la venida del Hijo del hombre. Pero a menos que la primera lluvia haya caído, no habrá vida; el brote verde no surgirá. A menos que los primeros chubascos hayan hecho su obra, la lluvia tardía no puede perfeccionar ninguna semilla.

Ha de haber "primero hierba, luego espiga, después grano lleno en la espiga". Debe haber un desarrollo constante de la virtud cristiana, un progreso permanente en la experiencia cristiana. Esto debemos buscarlo con intenso deseo, para que adornemos la doctrina de Cristo nuestro Salvador.

Muchos han dejado en gran medida de recibir la primera lluvia. No han obtenido todos los beneficios que Dios ha provisto así para ellos. Esperan que la falta sea suplida por la lluvia tardía. Cuando sea otorgada la abundancia más rica de la gracia, se proponen abrir sus corazones para recibirla. Están cometiendo un terrible error. La obra que Dios ha comenzado en el corazón humano al darle su luz y conocimiento, debe progresar continuamente. Todo individuo debe comprender su propia necesidad. El corazón debe ser vaciado de toda contaminación, y limpiado para la morada interna del Espíritu. Fue por medio de la confesión y el perdón del pecado, por la oración ferviente y la consagración de sí mismos a Dios, como los primeros discípulos se prepararon para el derramamiento del Espíritu Santo en el día de Pentecostés. La misma obra, sólo que en mayor grado, debe realizarse ahora. Entonces el agente humano tenía solamente que pedir la bendición, y esperar que el Señor perfeccionara la obra concerniente a él. Es Dios el que empezó la obra, y él la terminará, haciendo al hombre completo en Cristo Jesús. Pero no debe haber descuido de la gracia representada por la primera lluvia. Sólo aquellos que están viviendo a la altura de la luz que tienen recibirán mayor luz. A menos que estemos avanzando diariamente en la ejemplificación de las virtudes cristianas activas, no reconoceremos las manifestaciones del Espíritu Santo en la lluvia tardía. Podrá estar derramándose en los corazones en torno de nosotros, pero no la discerniremos ni la recibiremos.

En ningún punto de nuestra experiencia podemos dejar de contar con la ayuda de aquello que nos hace idóneos para hacer el primer comienzo. Las bendiciones recibidas bajo la lluvia temprana nos son necesarias hasta el fin. Sin embargo éstas solas no serán suficientes. Mientras albergamos las bendiciones de la lluvia temprana, no debemos, por otra parte, perder de vista el hecho de que sin la lluvia tardía, para llenar la espiga y madurar el grano, la cosecha no estaría lista para la siega, y el trabajo del sembrador habría sido en vano. La gracia divina se necesita al comienzo, se necesita gracia divina a cada paso de avance, y sólo la gracia divina puede completar la obra. No habrá ocasión de descansar en una actitud descuidada. Nunca debemos olvidar las amonestaciones de Cristo: "Velad en oración", "Velad . . . orando en todo tiempo". Una conexión con el agente divino es esencial para nuestro progreso en todo momento. Podemos haber tenido una medida del Espíritu de Dios, pero por la oración y la fe continuamente hemos de tratar de conseguir más del Espíritu. No debemos nunca cesar en nuestros esfuerzos. Si no progresamos, si no nos colocamos en la actitud de recibir tanto la lluvia temprana como la tardía, perderemos nuestras almas, y la responsabilidad descansará a nuestra propia puerta.

"Pedid a Jehová lluvia en la sazón tardía". No descanséis satisfechos de que en el curso normal de la estación la lluvia ha de caer. Pedidla. El crecimiento y el perfeccionamiento de la semilla no es cosa que pertenece al dueño del campo. Sólo Dios puede madurar la cosecha. Pero se requiere la cooperación del hombre. La obra de Dios por nosotros exige la acción de nuestra mente, el ejercicio de nuestra fe. Debemos buscar sus favores con todo el corazón si los aguaceros de la gracia han de venir sobre nosotros. Debiéramos aprovechar toda oportunidad de colocarnos en el canal de bendición. Cristo ha dicho: "Donde están dos o tres congregados en mi nombre, ahí estoy en medio de ellos". Las convocaciones de la iglesia, tales como las reuniones generales, las asambleas de la iglesia local, y todas las oportunidades en que hay un trabajo personal por las almas, son las ocasiones señaladas por Dios para dar la lluvia temprana y tardía.

Pero nadie piense que al asistir a tales reuniones, su deber está cumplido. Una mera asistencia a todas las reuniones que se realizan no traerá en sí misma una bendición al alma. No es una ley inmutable la de que todos los que asisten a las reuniones generales o a las reuniones locales reciban grandes provisiones del cielo. Las circunstancias pueden parecer favorables para un rico derramamiento de la lluvia de gracia. Pero Dios mismo es quien debe ordenar a la lluvia que caiga. Por lo tanto, no debemos ser remisos en la súplica. No debemos confiar en la forma ordinaria de actuar de la providencia. Debemos orar que Dios abra las fuentes de las aguas de vida. Y nosotros mismos debemos recibir del agua viva. Oremos con corazón contrito con el mayor fervor para que ahora, en el tiempo de la lluvia tardía, los aguaceros de gracia caigan sobre nosotros. En toda reunión a que asistamos deben ascender nuestras plegarias para que en este mismo tiempo Dios imparta calor y humedad a nuestras almas. Al buscar a Dios para la recepción del Espíritu Santo, este poder obrará en nosotros mansedumbre, humildad de mente, y una dependencia consciente de Dios para la lluvia tardía que perfecciona la obra. Si oramos por la bendición con fe, la recibiremos como Dios lo ha prometido.

La comunicación constante del Espíritu Santo a la iglesia es representada por el profeta Zacarías por otra figura, que contiene una admirable lección de ánimo para nosotros. El profeta dice: "Y volvió el ángel que hablaba conmigo, y despertóme como un hombre que es despertado de su sueño. Y díjome: ¿qué ves? Y respondí: He mirado, y he aquí un candelero todo de oro, con su vaso sobre su cabeza, y sus siete lámparas encima del candelero; y siete canales para las lámparas que están encima de él; y sobre él dos olivas, la una a la derecha del vaso, y la otra a su izquierda. Proseguí, y hablé a aquel ángel que hablaba conmigo, diciendo: ¿Qué es esto, señor mío? . . . . Entonces respondió y hablóme, diciendo: Esta es palabra de Jehová a Zorobabel, en que se dice: No con ejército, ni con fuerza, sino con mi espíritu, ha dicho Jehová de los ejércitos. . . . Hablé aún de nuevo, y díjele: ¿Qué significan las dos ramas de olivas que por medio de dos tubos de oro vierten de sí aceite como oro? Y él dijo: Estos dos hijos de aceite son los que están delante del Señor de toda la tierra".

De las dos olivas el aceite áureo fluía a través de los tubos de oro a las vasijas de los candeleros y de allí a las lámparas de oro que alumbraban el santuario. Así de los santos que están en la presencia de Dios, su Espíritu es impartido a los instrumentos humanos que están consagrados a su servicio. La misión de los dos ungidos es comunicar luz y poder al pueblo de Dios. Es con el propósito de recibir bendición para nosotros por lo que están en la presencia de Dios. Así como las olivas se vacían en los tubos de oro, los mensajeros celestiales tratan de comunicar todo aquello que reciben de Dios. Todo el tesoro celestial espera que lo pidamos y lo recibamos; y a medida que recibimos la bendición, a la vez hemos de impartirla. Así es como las santas lámparas son alimentadas, y la iglesia llega a ser portadora de luz en el mundo.

Esta es la obra que el Señor quiere que cada alma esté preparada para realizar en este tiempo, cuando los cuatro ángeles están reteniendo los cuatro vientos, para que no soplen hasta que los siervos de Dios sean sellados en sus frentes. No hay tiempo ahora para agradarse a sí mismo. Las lámparas del alma deben ser acondicionadas. Deben recibir la provisión del aceite de la gracia. Debe tomarse toda precaución para impedir el decaimiento espiritual, para que el gran día de Dios no nos sobrecoja como ladrón en la noche. Todo testigo para Dios ha de trabajar ahora inteligentemente en los ramos que Dios le ha señalado. Debemos obtener diariamente una experiencia viva y profunda en el perfeccionamiento del carácter cristiano. Debemos recibir diariamente el aceite santo, para que podamos impartirlo a los demás. Todos pueden ser portaluces ante el mundo, si quieren. Hemos de ocultar el yo, fuera de la vista, en Jesús. Hemos de recibir la palabra del Señor en forma de consejo e instrucciones, y comunicarla alegremente. Hay ahora necesidad de mucha oración. Cristo ordena: "Orad sin cesar"; esto es, mantened la mente elevada a Dios, la fuente de todo poder y eficiencia.

Por mucho tiempo podemos haber seguido el sendero angosto, pero no es seguro tomar esto como prueba de que continuaremos en él hasta el fin. Si hemos andado con Dios en compañerismo con el Espíritu Santo, es debido a que lo hemos buscado diariamente por la fe. El aceite áureo que fluye por los tubos de oro nos ha sido comunicado de las dos olivas. Pero los que no cultivan el espíritu y el hábito de la oración no pueden esperar recibir el aceite áureo de la bondad, la paciencia, la longanimidad, la cortesía y el amor.

Todos han de mantenerse separados del mundo, que está lleno de iniquidad. No hemos de andar con Dios durante un tiempo, y luego apartarnos de su compañía para andar en las chispas de nuestro propio fuego. Debe haber una firme constancia, una perseverancia en actos de fe. Hemos de alabar a Dios; de manifestar su gloria en un carácter justo. Ninguno de nosotros obtendrá la victoria sin un esfuerzo perseverante, incansable, proporcionado al valor del objeto que buscamos, la vida eterna.

La dispensación en la cual vivimos ha de ser, para los que piden, la dispensación del Espíritu Santo. Pedid su bendición. Es tiempo de que seamos más intensos en nuestra devoción. A nosotros se nos ha encomendado la ardua pero feliz y gloriosa tarea de revelar a Cristo a los que están en tiniebla. Somos llamados a proclamar las verdades especiales para este tiempo. Por todo esto el derramamiento del Espíritu es esencial. Debemos orar por él. El Señor espera que se lo pidamos. No hemos sido sinceros en esta tarea.

¿Qué puedo decir a mis hermanos en el nombre del Señor? ¿Qué proporción de nuestros esfuerzos se ha realizado de acuerdo con la luz que el Señor se ha agradado en darnos? No podemos depender de la forma o la maquinaria externa. Lo que necesitamos es la influencia vivificante del Espíritu de Dios. "No con ejército, ni con fuerza, sino con mi espíritu, ha dicho Jehová de los ejércitos". Orad sin cesar, y velad, obrando en armonía con vuestras oraciones. Mientras oráis, creed, confiad en Dios. Es el tiempo de la lluvia tardía, cuando el Señor dará liberalmente de su Espíritu. Sed fervientes en la oración, y velad en el Espíritu. (Testimonios par los Ministros, págs. 515-522)

Con aprecio,

Pr Osmar González Brazón