viernes, 12 de marzo de 2010


“Diga el débil: Fuerte soy”

“De una misma boca proceden bendición y maldición” (Santiago 3:10)


Queridos colegas,

Hoy quiero llevarles a pensar un poco en el poder de nuestras palabras y la influencia que estas ejercen en nuestro diario vivir, nuestra familia y ministerio.

Conozco personas que maldicen su propio futuro diciendo cosas como: “No podré hacer eso. Soy tan torpe que todo lo hago mal. No tengo disciplina. Quizá jamás logre bajar de peso. No alcanzaré ese objetivo.”

Tenemos que ser muy cuidadosos con lo que permitimos que pronuncien nuestros labios. Nuestras palabras marcan el rumbo que seguirán nuestras vidas.

¿Hacia dónde vas? ¿Estás declarando cosas buenas para tu vida? ¿Estás bendiciendo tu ministerio, pronunciando palabras de fe sobre tu futuro y el de tus hijos? ¿O sueles decir palabras negativas? No le coloques límites a tu vida.

Sobre este asunto el autor y pastor cristiano Joel Osteen en su libro Lo mejor de ti, pág. 113; presenta un enfoque que me pareció muy interesante y a continuación comparto algunas ideas con ustedes.

Cuando Dios le dijo a Abram y Saraí que tendrían un hijo, ambos habían pasado muchos años antes la edad fértil. No es de extrañar que Saraí se riera. Debe haber dicho: “Abram, ¿de qué hablas? ¿Yo? ¿Un hijo? Soy vieja. No lo creo.

Dios tuvo que cambiar la imagen de Abram y Saraí tenían de sí mismos antes de que pudieran tener ese hijo. ¿Cómo lo hizo? Les dio nombres nuevos. Cambió las palabras que oían. A Saraí la llamó Sara, que significa “princesa”. Y a Abram lo llamó Abraham, que significa “padre de naciones”. Piensa en eso. Aún antes de que Abraham tuviera siquiera un solo hijo, Dios lo llamó por fe padre de naciones. Cada vez que alguien le decía: Hola, Abraham ¿cómo estás?”, le estaba diciendo: “Hola, padre de naciones”. Lo oyó tantas veces que empezó a sentirlo dentro de sí, como una verdad.
Sara era una mujer mayor y nunca había tenido hijos. Es probable que tampoco se sintiera princesa. Pero cada vez que alguien le decía: “Hola, Sara”, le estaba diciendo: “Hola, princesa”. Con el tiempo eso cambió la imagen que ella tenía de sí misma. Ahora, ya no se veía como una anciana estéril, sino como una princesa. Al fin y al cabo dio a luz a un hijo, a quien llamaron según Dios les había mandado: Isaac.
Quizá Dios haya susurrado algo en tu corazón que te pareció totalmente imposible. Es viable que te parezca imposible que puedas volver a estar bien, que puedas salir de las deudas, casarte, bajar de peso, iniciar un nuevo proyecto. En el plano natural y físico las tienes todas en contra: no ver de qué modo podría suceder. Pero para poder ver que se concretan esos sueños tienes que hacer que tus labios pronuncien las palabras correctas, y utilizar esas palabras para desarrollar dentro de ti una nueva imagen.
No importa qué tan imposible parezca algo, ni cómo te sientas, siempre afirma: “Soy fuerte en el Señor. Todo lo puedo en Cristo. Puedo cumplir mi destino”. Llama hacia ti todo eso que Dios ha prometido. La Biblia dice en Joel 3:10: “Diga el débil: Fuerte soy”.

Con todo mi aprecio y respeto,


Pr. Osmar González

En la hora del Avivamiento
Asociación Venezolana Centro Sur